El artista imaginó así el desconocido rostro del «Tambor» Vargas (Busto en la Av. Busch de La Paz)
Aquisito y Ahuritita (La Razón de Alacitas, enero 2016)
“Tambor” malapatudo: su monumento tardará 100 años
Por el Qhechi Soria
A José Santos Vargas le dicen “Tambor Vargas” porque fue el encargado de emitir con su pequeño tambor las señales que ordenaban los jefes. Luchó más de 10 años y llegó al grado de Comandante.
Terminada la Guerra de la Independencia, en vez de exigir pegas o hacer “proyectos” para embolsillarse los recursos del naciente Estado, cargado de hijos se integró a la comunidad de Pocusco y se dedicó a labrar la tierra. En sus ratos libres y a la luz de una vela puso al día sus apuntes para escribir un diario donde relata con detalle las diferentes acciones de lucha de la guerrilla de Ayopaya y Sicasica.
Viajó varias veces a Oruro y a La Paz intentando publicar su diario en alguna de las varias imprentas que ya habían llegado en esas épocas. Nadie le hizo caso. Aburrido y enfermo, hizo el último intento el año 1853 y le dedicó su libro al presidente “Tata” Belzu. Ni por esas. El manuscrito cayó en las manos de algún burócrata insensible, de los que tanto abundan todavía, y se perdió por un siglo. También despareció el autor sin dejar rastros. Nadie sabe cuándo murió y dónde está enterrado.
Gracias a Gunnar Mendoza, director del Archivo y Biblioteca Nacionales, cien años después los papeles fueron encontrados y publicados. Un primer manuscrito “en borrador” e incompleto los años 1952-53. La versión “en limpio” y completa en México en 1982. Y por primera vez en Bolivia el 2008.
Esta es una emocionante historia de la gesta patriótica de mestizos, indígenas y criollos que se enfrentaron al poder colonial español. Una verdadera fuente de “descolonización”.
Parecía que el gobierno así lo había entendido y por eso decidió construirle un monumento en su tierra natal, Oruro. Evo puso la “piedra fundamental” el 15 de noviembre de 2012. Lo que no dijo es que tardarían otro siglo en hacerlo. Jaime Pomarayme nos cuenta desde la tierra del “Tambor” que cinco años después no aparece ni siquiera un pedacito de la piedra colocada con tanta pompa.