Periódico: La Época
Nació en Zudáñez en 1930. De madre chuquisaqueña y padre emigrante norteamericano Militó en el Partido Comunista de Bolivia (PCB) desde su fundación en 1950. Se graduó de maestro en Sucre pero casi nunca ejerció pues hizo de la política su único y absorbente oficio.
Por varias décadas fue uno de los hombres más influyentes en ese partido y su máximo dirigente entre 1968 y 1985.
Momento estelar de su trayectoria fue su elección como Senador por Chuquisaca en las listas de la Unidad Democrática y Popular (UDP) en 1980. Junto a Hernán Siles Zuazo del MNRI y Antonio Araníbar del MIR integró el núcleo visible de esa alianza partidaria forjada en la resistencia a la dictadura de Banzer entre 1971 y 1978.
Jorge Kolle Cueto falleció en La Paz el domingo 4 de marzo.
A diferencia de otros dirigentes comunistas Kolle no fue un ideólogo ni difusor de las ideas marxistas; su producción escrita no sobrepasa el nivel de informes o artículos editoriales de coyuntura. Tampoco se destacó por su elocuencia ni por una actuación pública, ni siquiera en sus tiempos de senador. Era sí un hábil expositor analítico en reuniones de grupo, en las que descollaba por su lógica de tomar los elementos de la realidad, examinarlos en su dinámica y construir un panorama circunstancial de la correlación de fuerzas.
Su mayor fortaleza, sin embargo, fue la de organizador. Fue un hombre de aparato. Dicen que en los últimos años siguió estoicamente en lo mismo tratando de salvar al PCB del descalabro completo en el que cayó desde 1985.
Mientras tuvo poder, se rodeó de colaboradores fieles hasta la obsecuencia. Halagaba o maltrataba según sus propios cálculos. No era pródigo en afectos, solía más bien establecer distancia con casi todos. Eso sí, desconfiaba mucho de quienes pensaran con su propia cabeza y se apartaran de los dogmas del marxismo de manual que profesaba.
En el exilio mexicano de 1980-81 René Zavaleta nos sometía a verdaderos interrogatorios indagando sobre la naturaleza humana del partido al que había recién adherido. Solía decir, entre otras cosas, que algún mérito tendría Kolle si fue capaz de salir de la etapa dictatorial del banzerismo con un partido fuerte, con influencia en los sectores obreros, con importantes aliados políticos y, además, semi-plebeyo.
En efecto, en la clandestinidad, sin democracia externa ni interna, el aparato lo es todo. Y el «Flaco» tuvo entonces el mérito de saberlo construir a su medida y manejarlo a su antojo.