Siluetas: Andrés Heredia Cruz, militante legendario

Andresito

Era tan afable, respetuoso, atento y cordial en su trato hacia los demás que casi siempre le decíamos “Andresito”.

Cuando apenas tenía 20 años ocurrió la revolución del 52, pero él no adhirió a la corriente de moda, inició su militancia en el recién fundado Partido Comunista.

En aquellos tiempos heroicos fue un ejemplo de abnegación, coraje y dedicación a la idea de la revolución social.

Por muchos años permaneció en las minas, principalmente en Potosí, en la dura tarea de “construir partido”. Mientras algunos, como Simón Reyes, comenzaban a brillar en las lides sindicales, “Andresito”, viviendo sólo de la solidaridad de los militantes, renunciando a toda aspiración individual, trabajaba en las sombras y en silencio organizando células, formando cuadros, creando el aparato partidario y, a la vez, resistía la persecución, la clandestinidad y las prisiones.

Era una especie de leyenda partidaria, un modelo de “revolucionario profesional”. No había misión, por riesgosa que sea, que se negara a cumplir. Entre otras: comandó el operativo para sacar sano y salvo de Siglo XX a Simón Reyes, luego de la Masacre de San Juan y, al año siguiente, coadyuvó a trasladar hacia la frontera con Chile a los sobrevivientes cubanos de la guerrilla del Che.

Reconocido en la calle por el propio jefe de inteligencia del régimen de Barrientos, Roberto “Toto” Quintanilla fue conducido al ministerio del Interior, pero con una tremenda sangre fría se fugó a los pocos minutos para gran sorpresa de sus captores. Osadía que después ellos se la cobraron redoblando las torturas cuando fue detenido nuevamente unos meses más tarde.

Andrés Heredia no confundía la lealtad a la causa con la sumisión a los jefes, jamás renunció al derecho a pensar con cabeza propia. La tenaz defensa de sus puntos de vista sobre el espinoso tema de la guerrilla, hizo que él y su compañera Miriam fueran considerados herejes y resultaran apartados de las filas, situación que ambos sobrellevaron estoica y dolorosamente hasta el fin.

Ahí comenzó una segunda vida para él. Se refugió en una austera y ejemplar vida familiar, reinició el estudio, se graduó de maestro normalista en Lenguaje y Literatura y terminó la carrera de Economía en la UMSA. Practicó el trabajo docente durante tres décadas con la misma devoción con la que antes ejercía la militancia.

Su vida se apagó el 2006. Queda el consuelo de su imborrable recuerdo para quienes fueron sus alumnos y para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y apreciarlo.