Recuerdos de Loyola

Loyola Guzmán Lara permaneció en la cárcel femenina de Obrajes desde septiembre de 1967 a julio de 1970. A un año de estar prisionera se dio modos de hacer llegar a sus compañeros que reorganizaban el ELN una serie de notas escritas: reflexiones, antecedentes, análisis, sugerencias, cartas y otras. Estos papeles fueron capturados por los organismos de represión en alguno de los numerosos allanamientos practicados sobre todo en búsqueda de Inti Peredo. Reporteros del diario Hoy, al parecer desde un expediente judicial, lograron obtener una copia y la publicaron con gran relieve en las ediciones diarias del 31 de agosto al 8 de septiembre de 1969. Curiosamente, la publicación de este último fragmento se produce a solo un día de la captura y muerte del jefe guerrillero (9 de septiembre de 1969), considerado el heredero del Che.

Pretendiendo mayor impacto Hoy bautizó estos documentos con el engañoso título de “El diario de Loyola”, salta a la vista que es todo menos eso.

Interrogada por nosotros Loyola se negó a comentar y menos confirmar, desmentir o rectificar alguno de los puntos de esta documentación. Adujo el contundente argumento de que esos papeles fueron escritos para la reflexión interna y no estaban destinados a la publicación.

Pero, se quiera o no, llegaron al conocimiento del público. Y con ello, en cierto modo, dejaron de ser exclusivamente suyos.

Que sepamos, esta es la primera vez que se publican en forma unitaria, por supuesto a partir de la mencionada versión del matutino Hoy. Solamente le añadimos subtítulos para airear el texto y donde se pudo entre corchetes pusimos algunas notas aclaratorias.

“7-X-68.- Queridos Camaradas: Hace exactamente un año y veintitrés días, que estoy recluida en la Cárcel de Mujeres y en este lapso más o menos prolongado, he reflexionado sobre diversos problemas de la lucha de nuestro pueblo. Puedo decir que me hice joven en la Juventud Comunista de Bolivia, organización en la que me inscribí en el año 1956, a partir de esa fecha, con ligeros altibajos milité permanente y fielmente en sus filas hasta diciembre de 1966. Seguramente pensaron ustedes, que estas líneas autobiográficas no tienen mayor importancia, pero yo considero que sí las tienen porque permitirán que explique algunos hechos, que los conocí directamente, precisamente por haber sido miembro de la organización juvenil comunista.

A manera de antecedentes, voy a referirme brevemente a algunas situaciones que enfrentó la JCB, durante los años 1964-1966.

La Juventud Comunista de Bolivia organizada en 1953 (junio 27), es como dice en sus estatutos «la agrupación de jóvenes que teniendo una estructura orgánica independiente, se halla regida por la línea política del Partido» y tiene como labor fundamental, llevar la ideología del proletariado a los diversos sectores de la juventud boliviana y aplicar en la práctica en las luchas de esa juventud la línea política del Partido Comunista de Bolivia. Bajo esas orientaciones generales los jóvenes que ingresaron a la organización y que con el transcurso de los años y por la actividad que desplegamos fuimos ocupando cargos de dirección, trabajábamos con el objetivo de hacer realmente una Juventud Comunista que organizara y orientara la lucha de los jóvenes bolivianos.

Siendo la organización un organismo auxiliar del Partido y siguiendo su línea política, es lógico, que una vez surgidas las discrepancias en el seno del movimiento comunista internacional y reflejadas estas en el Partido Comunista de Bolivia, los jóvenes nos vimos enfrentados a esa lucha y ante la alternativa de elegir por una u otra posición.

Debo manifestar con sinceridad que si bien en esos momentos el núcleo dirigente de mayor influencia en la JCB había estudiado y discutido, adoptando finalmente la posición que condenaba la posición sustentada por los camaradas chinos, la situación en las bases de la organización no era la misma; salvándose algunos grupos de dirección media, que a través del estudio y la discusión lograron adoptar posiciones, la mayoría se hallaba confundida y desorientada. Sin embargo, por decisión mayoritaria de un Pleno del Comité Nacional, la JCB, ya había aprobado una línea arriba mencionada y la labor de los dirigentes leales a esta posición, fue la de hacer comprender a la militancia la misma.

La misma actitud asumieron los compañeros que habiendo aceptado las posiciones de los camaradas chinos, trataban de ganar mayor número de adeptos, organizando una organización paralela a la ya existente. Este hecho que seguramente se repitió en la mayoría de las juventudes comunistas permitió en nuestra organización observar una serie de problemas, de los que enumero los que a mi juicio sobresalen más por su importancia.

  1. Se logró conocer que la mayoría de los jóvenes militantes, carecían de una base política e ideológica, lo que significaba que su ingreso en la JCB no se había fortalecido y solidificado con la educación, el estudio de la doctrina marxista-leninista y el conocimiento de la línea política del PCB.
  2. Como resultado directo de lo anterior los jóvenes comunistas no tenían un criterio propio y consciente sobre los diversos problemas que se les planteaban y su elección era el resultado más que todo de la labor de convencimiento que desplegaron los jóvenes dirigentes y activistas de la JCB.
  3. Se pudo ver que este problema sacudió y logró conmover a algunos dirigentes, que luego de mucho tiempo se vieron en la necesidad de movilizarse y ponerse en contacto directo con las bases de la JCB.

Este breve conjunto de hechos, demuestra que la JCB estaba en un camino rodeado de monotonía y de rutina, demostrado irrebatiblemente por la presencia de numerosos jóvenes comunistas ignorantes de elementales principios doctrinales y políticos y lo que es peor imposibilitados de opinar personalmente por su cuenta y riesgo. Toda esta situación, planteó a la dirección de la JCB la necesidad de llevar a la organización por nuevos derroteros. Resultado de esta concepción fue el II Congreso de la JCB realizado en mayo de 1966, que logró que durante su realización y un tiempo posterior al mismo, los jóvenes comunistas se sintieran con ánimos para llevar adelante diversas tareas. Con la aprobación de sus Documentos, de nuevas formas de trabajo y la elección de un nuevo Comité Nacional; se pensó que efectivamente comenzaba una nueva etapa en la vida de la JCB.

Reanudamos simultáneamente el reordenamiento interno, las relaciones internacionales con diversas organizaciones juveniles. De esta manera, participé, representando a la JCB, en el V Congreso de las JJ.CC de Chile (febrero, 1966). Luego en mayo del mismo año, inmediatamente después del II Congreso, asistí al XV Congreso del Komsomol y posteriormente con 2 camaradas estuvimos en la VII Asamblea de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (Sofía –Bulgaria– junio, 1966). La participación en estos eventos permitió que conociera más directamente problemas de los que en Bolivia, apenas sí teníamos ligeras noticias. De este modo pude apreciar:

  1. Que en la mayoría de las organizaciones juveniles comunistas se había pasado ya, el peligro de las posiciones prochinas, ya que allí donde no se logró una condena unánime a las mismas, se produjo la formación de organizaciones paralelas, que aunque perjudicaban la labor de unir y organizar mejor la lucha de las juventudes en sus respectivos países, permitiría saber claramente con qué fuerza se contaba y a quiénes se debía combatir por su definida posición prochina.
  2. Noté, que pese a cuanto se diga en contrario, existían organizaciones juveniles comunistas, naturalmente por el trabajo desplegado y su mayor influencia en las juventudes de sus países, gozaban de mejores consideraciones en diversos aspectos.
  3. Los representantes de las Juventudes Comunistas, más organizadas y desarrolladas, desplegaban intensa labor de charlas y reuniones con los representantes de organizaciones más pequeñas e inexpertas con el objetivo de llegar a acuerdos sobre importantes puntos de discusión.
  4. Comprobé que casi en su totalidad los diferentes delegados estaban tipificados en su posición y se conocía qué organizaciones podrían crear problemas y cuáles no iban a dar ningún «dolor de cabeza».

Entre estas organizaciones, pienso que la que mayor cuidado llevaba, en opinión de la mayoría era la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, por su posición que no coincidía total e íntegramente ni con unos, ni con otros.

En cuanto se refería a nuestra organización (JCB) creo que estaba catalogada entre las segundas, lo que personalmente no me gustaba, no por simple espíritu de contradicción, sino porque comprendía que pese a nuestra inexperiencia y a ser una organización pequeña no se podía quitarnos el derecho a discrepar en determinados puntos.

Los que asistimos a la VII Asamblea de la FMJD, representando a la JCB estábamos como vulgarmente se dice en ayunas, ya que prácticamente en Bulgaria fue donde nos enteramos más profundamente del problema. De esta manera, sin llevar en ningún momento opiniones oficiales conocidas y aprobadas por la dirección en pleno de la JCB, guiándonos por los documentos del PCB y de la JCB, más algunas breves orientaciones de Mario Monje, entonces Secretario General del PCB que estaba de paso en Moscú, representamos a la JCB, dando nuestra opinión a los diferentes puntos de discusión, hallando en determinados momentos plena coincidencia entre los que componíamos la delegación y en otros absoluta divergencia. Como consecuencia de ello, algunas de nuestras decisiones sorprendían a muchos compañeros de organizaciones fraternales.

Por primera vez en la historia de la JCB, y a propuesta de los jóvenes comunistas cubanos, fuimos elegidos en el Comité Ejecutivo de la FMJD, organismo en el que seguramente continúa activamente la JCB.

En resumen, creo que, la participación en estos eventos, el conocimiento directo de la opinión de otras organizaciones, la posición que adoptamos frente a puntos discutidos, permitieron que aclaremos algunas concepciones difusas y que nos situemos en las posiciones más justas. Pienso que para mí personalmente, la mayor enseñanza que adquirí en ese tiempo fue, la de aprender a pensar por mí misma. Tal vez esto parezca absurdo, pero es toda una realidad, ya que jamás antes me había visto ante una situación tal, donde desconociendo muchos problemas, existiendo de alguna manera presiones, si se puede usar término para definir algo inmediato sin contar con el criterio de otros camaradas, tenía que resolver y opinar, sobre la marcha. Por todo ello es muy comprensible que un compañero de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba (Mora) le hubiera dicho a Mario Monje (aproximadamente a fines de 1966) que nosotros estuvimos de acuerdo con ellos en un 30 por ciento. Esto mismo seguramente pensaban compañeros de otras organizaciones y variando porcentajes e inclusive algunos se refirieron posteriormente a la «rara» posición de los delgados de la JCB.

Una vez concluidas las reuniones retornamos al país junto al camarada Antonio Jiménez, que de mucho tiempo de permanencia en Cuba, se reincorporaba a la dirección de la JCB.

Tiempo de definiciones

Todo lo explicado anteriormente carece aparentemente de importancia, pero vuelvo a repetir que no es así, porque como consecuencia de ello unido a otros factores, un grupo de dirigentes de la JCB, adoptamos posteriormente una posición divergente de la sostenida por el PCB y la JCB. 1966 fue un año de grandes definiciones en la vida de muchos jóvenes comunistas bolivianos. En noviembre de 1965, Antonio Jiménez viajó a Moscú representando a la JCB en los festejos de la Revolución de Octubre, pero en lugar de retornar de inmediato al país, luego de una importante charla con Mario Monje decidió ir a Cuba donde recibió un largo entrenamiento y por ello en el mismo II Congreso de la JCB, surgieron voces airadas condenando este acto de «indisciplina» del c. Jiménez. Gracias a explicaciones que dieron algunos miembros del PCB, se logró que este camarada continuara en la dirección de la JCB. Pese a ello, recién en Moscú, Monje me indicó rápidamente, sobre el carácter de la labor cumplida por Jiménez. Ya en Bolivia en julio de 1966 fuimos consultados un grupo de dirigentes de la JCB para seleccionar camaradas que recibieran entrenamiento en Cuba. Directamente, se encargó de esta tarea el camarada Aniceto Reinaga que con este motivo conversó con muchos camaradas en diversos distritos del país. A raíz de este hecho, planteamos al secretario del PCB, Monje, que se solucionara esta «labor inorgánica». Monje reaccionó, indicando que contra actitudes como la nuestra tendrá que luchar para llevar al PCB y a la JCB por otro camino. Sin embargo, no estábamos contra el objetivo, sino contra la forma como se hacían las cosas ya que esta actividad de reclutamiento de compañeros para una tarea tan delicada, no se la hacía precisamente con la seguridad que el caso exigía. Superado este inconveniente, se alistaron y viajaron aproximadamente 7 u 8 camaradas de la JCB.

Cuando casi inmediatamente plantee a M. Monje algunos otros nombres más, él me respondió que por el momento no se mandaba más gente y que los camaradas elegidos debían ser fuertes ideológica y políticamente para evitar posibles desviaciones. En ese momento las últimas expresiones, no tenían mayor importancia, pero transcurrido el tiempo y desencadenada la lucha adquirieron el valor que les daba Mario Monje.

A fines de julio, Antonio y yo fuimos presentados a un compañero cubano, fui informada paulatinamente de la tarea que se pretendía hacer. Este compañero me indicó que posiblemente junto a otros compañeros, tendríamos reuniones donde se nos iría dando un entrenamiento especial para una labor en la ciudad. Según él, Mario Monje requería gente con determinado entrenamiento para una posible lucha en la ciudad, pero pasaba el tiempo y no se concretaba ningún trabajo.

En muchas y repetidas conversaciones que sostuve con Mario Monje, supe por él, que confrontaba una situación bastante difícil en el Comité Central del Partido, ya que la gran mayoría del máximo organismo dirigente del PCB, no estaba conforme con las ideas planteadas por Monje y pensaba que iba a ser muy duro luchar contra concepciones de lucha muy arraigadas en la cabeza de viejos dirigentes del Partido. Mi opinión era que no se diera por vencido y que peleara en la dirección del PCB, tratando de ganar a otros camaradas a la nueva posición de lucha que él planteaba, llegamos inclusive a hacer un recuento de los componentes del C.C. y de la Comisión Política para ver quiénes podían apoyar los nuevos planteamientos. El resultado no fue muy positivo y alentador. Entretanto, en la JCB continuaba el trabajo en las universidades, tratamos por muchos medios de que la CUB participara en el II Congreso Latinoamericano de Estudiantes (CLAE), como esto no se consiguió, fueron 2 compañeros en calidad de observadores.

Inmediatamente se efectuó un Activo de Universitarios comunistas, donde los jóvenes comunistas estuvieron de acuerdo con las Resoluciones y obtener 3 puestos en el Comité Ejecutivo de la CUB, merced a una labor conjunta con la Democracia Cristiana, no se logró modificar la actitud de la CUB en relación al III CLAE.

En esa fecha más o menos (agosto-septiembre) Monje en un encuentro me manifestó que él sentía que algo marchaba mal y las cosas se estaban haciendo al margen de su persona. Según él, los planes se habían modificado sustancialmente y eso no le gustaba en absoluto. En octubre aproximadamente viajó a Cuba el compañero cubano, para aclarar algunos problemas, según indicó Monje. Además había surgido el problema de una indiscreción de J. Kolle, que en el Uruguay manifestó algo sobre posible lucha inmediata en nuestro país, lo que trajo como consecuencia algunos recelos en las relaciones de Monje con los camaradas cubanos. Respecto a las relaciones de Monje con los cubanos, recuerdo que él afirmaba que gozaba de la estima y confianza de ellos, por la posición que había adoptado, una posición independiente en la que pese a estar de acuerdo con la posición encabezada por el PCUS pretendía entrar en acción llevando al Partido y al Pueblo a una lucha activa y más definida. Para él en nuestro país, la Revolución se la haría en forma violenta, por medio de la insurrección armada en las ciudades, y la lucha guerrillera se la iniciaría en el caso de que sea derrotada o detenida la insurrección en la ciudad. Sin embargo él confiaba mucho más en la lucha armada sea Insurrección o Guerra Civil en las ciudades. Según él, por esta posición, que no estaba de acuerdo íntegramente con la posición del Partido Comunista de Cuba, ni con la posición tradicionalista de otros Partidos Comunistas latinoamericanos, lograría una situación favorable para el Partido y el pueblo boliviano, aunque por el momento unos y otros partidos recelaban de su posición.

Prácticamente pasaban los días en charlas de esa naturaleza unidas al trabajo de rutina de la JCB y no se concretaba para nosotros el trabajo especial que se nos había prometido. Hasta que por propia iniciativa planteamos a los camaradas Rodolfo y Jorge (Loro) que estábamos dispuestos para cualquier tarea y que nos indicaran qué hacer en la JCB. Por el momento, respondieron, se debía ir pensando en jóvenes bien dispuestos y decididos para luchar pronto y llevar a la conciencia de los jóvenes comunistas la idea de una forma de lucha violenta y prepararlos para ella. Guiados por esta orientación, tratamos de que la JCB publicara «Guerra de Guerrillas» del Che Guevara para su estudio, pero esto no llegó a concretarse por varios obstáculos e irresponsabilidad. Luego en un cursillo de capacitación para jóvenes comunistas de secundaria, planteamos en el Comité Regional de la JCB de Potosí, ciudad sede del cursillo, que por lo menos se les diera elementos de la «Guerra de Guerrillas» y se dedicara un día a caminata y alguna demostración práctica. Ante este simple planteamiento algunos camaradas del Comité Central, elevaron la voz de protesta ya que consideraban peligroso que se diera instrucción de esta naturaleza para jóvenes en quienes no se podía confiar totalmente y sostuvieron que cuando se tuviera que hacer esta labor el Partido debía seleccionar y vigilar directamente, con lo que se determinó no realizar esa pequeña tarea planteada por primera vez. Mientras eso sucedía en la vida de la JCB, creo que las relaciones de Monje con los cubanos no mejoraban y éste se vio obligado a ir a Cuba luego de participar en el Congreso del Partido Comunista de Bulgaria realizado en noviembre de 1966 para aclarar la situación. En diciembre se realizó un Activo de Organización del Partido, al que asistí por ser responsable de Organización de la JCB, allí noté que por lo menos en el Secretariado del Partido y en su Comisión Política ya se había discutido el problema, ya que en el Activo, al dar Kolle la orientación política se refirió al surgimiento de una tercera posición en el Movimiento Comunista Internacional, representada por los comunistas cubanos y advirtió sobre los peligros que significaba y las probables desviaciones en ese sentido que se podrían producir. En la conclusión de todo el trabajo del Activo, comprobé que se trataba fundamentalmente de alertar a los núcleos dirigentes del PCB y de la JCB para que preparen a la militancia, ante la inminente lucha que se venía encima. De todo ello, informé a «Coco», con quien estaba en contacto un tiempo atrás, para que conociera la situación que se planteaba en el Partido y se adoptaran medidas. La situación se agudizaba cada vez más y sólo se esperaba el retorno de Monje para saber qué rumbo íbamos a tomar. Finalmente Monje llegó, me parece entre el 20 de diciembre o 21, y por lo poco que charlamos, lo noté preocupado, inmediatamente después de Navidad (25 de diciembre) salió de La Paz con rumbo desconocido para definir la situación.

En esas mismas fechas llegaron algunos de los camaradas de la JCB que estuvieron en Cuba recibiendo entrenamiento y Coco, Rodolfo y el cubano sostuvieron por separado charlas con algunos de ellos, para explicarles la situación y en base a ella definir su posición personal. Luego de esas charlas, conversé con Aniceto que se hallaba contento aunque un poco desorientado por lo que había manifestado el compañero cubano y sostenía que era necesario se aclarasen algunas cosas. Más tarde habló con Coco o Rodolfo y se aclaró todo, decidiendo Aniceto partir de inmediato al punto donde había de comenzar la lucha. Recuerdo con precisión que al despedirse Aniceto me dijo: «Estoy muy contento, porque al fin llegó la hora tan ansiada, yo siempre había pensado y soñado con esto y ahora cumpliré en los hechos con mis anhelos de revolucionario». Simultáneamente, dejando definitivamente sus actividades de responsable de Finanzas del Comité Nacional de la JCB, Antonio Jiménez, partió con el mismo optimismo y confianza a formar parte del grupo que iniciaría la lucha en el país. Eran ya los últimos días del año 1966, sostuve últimas entrevistas con el camarada cubano a quien también relaté con detalle lo acontecido en el Activo de Organización del Partido, él no tenía confianza en Monje, pero pese a lo que resultaría de la reunión a la que fue Monje, él ya debía incorporarse al grupo, terminando sus tareas en la ciudad indicándome que serían otros compañeros con los que trabajaría posteriormente.

Caminos distintos

Comenzó un nuevo año 1967, que traería a nuestro pueblo, nuevas actividades, y lo sacudiría con la iniciación de una lucha armada decidida y frontal. Mario Monje retornó de su última reunión, con un resultado totalmente contrario a lo esperado por él. Tuvimos varios encuentros, donde fue planteando sus puntos de vista y resumiendo lo expuesto por él, me hice la siguiente composición de la situación:

  1. Monje en su estada en Cuba en varias oportunidades y siguiendo sus concepciones acerca de la Revolución en nuestro país, vio la necesidad de formar grupos de jóvenes bolivianos dispuestos a iniciar una lucha armada en el país y para comenzar esta tarea eligió a los camaradas Coco y Rodolfo, Jorge (Loro) y otros que se hallaban estudiando en La Habana, y decidió incorporarse él mismo a este primer grupo, que por primera vez recibía este tipo de instrucción con vista a objetivos inmediatos (en años anteriores muchos camaradas sobre todo del PCB viajaron también a Cuba, a recibir instrucción, pero desconozco el alcance de la misma).
  2. Al analizar la situación de América Latina, Monje veía que existían dos extremos: por un lado el ferviente deseo de los camaradas cubanos de hacer Revolución en el Continente por la única forma posible, las guerrillas y por el otro los Partidos Comunistas de algunos países, que condenando esta posición que negaba otras vías de lucha se aferraban a normas tradicionales de lucha y en cierta medida sus direcciones apoltronadas con sus actitudes fortalecían la posición de los cubanos. Ante esta situación, Monje planteaba para el Partido, una línea que sin estar plenamente de acuerdo con la tesis cubana, tampoco estuviera conforme a la actitud de los otros partidos, llevando a la práctica una lucha que permitiera finalmente lograr el poder para el pueblo.
  3. Consideraba que la situación en Bolivia era excelente para iniciar la lucha y que él se hallaba plenamente dispuesto para ayudar a organizar un grupo que tuviera como tarea comenzar la lucha en otros países vecinos al nuestro, pero que en relación a la lucha concreta en Bolivia se lo dejara en completa libertad para decidir cómo y cuándo se haría y lo único que pedía era ayuda para formar a la gente para esa lucha.
  4. Monje afirmaba que en base a esas apreciaciones se había acordado comenzar en Bolivia la etapa de organización para iniciar posteriormente las acciones ya previstas. Pero que como él había presentido, más o menos en los meses de agosto-septiembre, este plan inicial había sido modificado y se había decidido realizar la lucha en Bolivia. Monje manifestó que en su entrevista con el camarada Fidel Castro, le había dicho a él que le habían engañado, ya que no era ese el objetivo inicial.
  5. Ante la situación ya definida, Monje veía ahora la forma en que el PCB participaría en la lucha y fue precisamente a discutir las condiciones de participación en la reunión de fines de 1966 y principios de 1967. ¿Cuáles eran esos planteamientos? Enumeraré tratando de ser lo más fiel posible.
  1. La lucha guerrillera no tendría éxito en nuestro país y que por la presencia de camaradas cubanos en ella, se iba a tener al pueblo en su contra.
  2. Era importante la participación de bolivianos en la dirección y conducción del grupo guerrillero. Por ello planteaba que él u otro camarada boliviano, tuviera la jefatura político-militar, si esto no era posible que se le diera la jefatura política que estuviera por encima de la jefatura militar.
  3. Se necesitaba unir a los Partidos Comunistas Latinoamericanos para fortalecer la lucha que se iniciaría y consideraba que contando con el apoyo del Partido Comunista de Cuba a sus gestiones, se podría conseguir una reunión de los Partidos Comunistas de nuestro Continente donde se obtuvieran importantes resoluciones para apoyar la lucha activa en Latinoamérica. Monje, estaba seguro de realizar positivamente esta tarea y una vez concluida, incorporarse a la guerrilla, renunciando a su cargo de dirigente del PCB.

“El número uno soy yo…”

Estos planteamientos, según manifestó Monje, no habían sido aceptados por los compañeros con quienes se reunió, en esa fecha yo ignoraba la presencia del camarada «Che» Guevara en Bolivia, por el contrario los propios camaradas bolivianos con quienes se había reunido y discutido largamente no le apoyaron y decidieron quedarse en el grupo que empezaría a pelear con las armas en la mano.

Comentando esta decisión, me dijo «tú no sabes la verdadera razón, la causa que ha influido en ellos para que se quedaran, es la presencia de compañeros de mucho prestigio y peso en el grupo. Comprendo que Coco, Jorge y Rodolfo, hubieran adoptado esta decisión, porque ellos prácticamente han sido «integrados» para cualquier tarea y lógicamente ahora cumplen con lo que se les ha indicado hace ya tiempo pero no entiendo la actitud de otros como Aniceto por ejemplo, que siendo disciplinado y estando siempre con criterio de ir «con el Partido», haya decidido quedarse. Creo que son razones sentimentales, tal vez de frustración, las que lo han llevado a su actual posición. Otro caso, Antonio, él como en anteriores oportunidades se ha mostrado vacilante y tratando de conciliar nuestras posiciones, estoy seguro de que él volverá a la posición del Partido.

En los demás, estoy convencido han influido decisivamente la presencia de compañeros, como dije en un principio, de mucho prestigio».

Cuando me preguntó mi opinión sobre el asunto, yo que ignoraba algunos detalles de la situación, francamente me hallaba desorientada, pero le manifesté que no se podía abandonar la lucha, que habría que arreglar de alguna manera. Monje respondió que se vería en la reunión del Comité Central del PCB, pero sostenía que habían puntos de discrepancia bastante fuertes y difíciles de conciliar ya que los compañeros del grupo armado no cederían en los mismos. Así, me dijo, en relación a la jefatura, un compañero (posteriormente supe que era el «Che») le había contestado tajante y definitivamente: «el número uno soy yo».

Por otra parte, se le podía conceder la jefatura política subordinada a la militar, esto porque no se confiaba en él, ya que en determinadas situaciones políticas que podrían sucederse cuando ya la lucha estuviera desencadenada, Monje, en el caso de que por ejemplo la Unión Soviética entablara relaciones diplomáticas o negociaciones comerciales con el Gobierno contra el que se luchaba, no condenaría en ningún momento esta actitud. O si se diera el caso de que por imperativos políticos, tuviera que suspenderse la lucha armada, él limitándose a la situación nacional, probablemente lo haría. Estas y muchas más razones habían sido discutidas y por todo ello él no veía la situación muy buena y positiva para su posición. Creo que en los días 8-10 de enero de 1967, se realizó en La Paz un Pleno del Comité Central del PCB, al que asistimos tres camaradas del Comité Ejecutivo de la JCB, se tomaron una serie de medidas de seguridad y al término de la reunión se pidió a todos los asistentes entregar todas las notas que se hubieron escrito.

No recuerdo exactamente cuál era el temario de discusión, pero lo fundamental de los informes y de las intervenciones giró alrededor de un informe que proporcionó Mario Monje, que haciendo una historiación de algunos importantes eventos internacionales en que participó, llegó a mostrar las posiciones existentes en el Movimiento Comunista Internacional y sus repercusiones en el PCB. Luego pasó a explicar la situación que se planteaba en el país, relatando las partes más salientes de su discusión con camaradas que pretendían iniciar la lucha armada y planteando que la dirección del PCB tomara cartas en el asunto y definiera su actitud. Muchos miembros de Comité Central se mostraron extrañados por lo que se les planteaba recién en ese instante y censuraron que toda la actividad en torno a tan delicado asunto la hubiera tomado íntegra y solamente en sus manos y responsabilidad un miembro de la dirección del Partido, aunque éste fuera el Secretario General del PCB.

Las discusiones fueron largas inclusive a escuchar a un dirigente del Partido (J. Justiniano) que opinaba que «si los camaradas cubanos quieren que se hagan guerrillas en Bolivia, que ellos se encarguen de proporcionarnos dinero, armas, etc. y entonces haremos la pelea». Otros manifestaban su desacuerdo con esta lucha y analizaban los riesgos que se corrían.

Finalmente, el Pleno del Comité Central decidió aprobar lo propuesto por Monje, o sea participar en la guerrilla con las condiciones ya citadas por el secretario del PCB, siendo la fundamental la de obtener la jefatura político militar y en último caso la jefatura política que subordinaría a la jefatura militar. Yo pregunté, que si no aceptaban los camaradas del grupo guerrillero las condiciones aprobadas, ¿cuál sería la actitud del PCB? «iniciaban la lucha y otros grupos políticos del país como el MNR por ejemplo se plegaban a la lucha no corría el riesgo el PCB» de quedarse aislado y perdidas sus posibilidades de ser efectivamente la vanguardia de la clase obrera y el pueblo? En un intermedio, Kolle me respondió, que eso no habría de suceder y que él no creía que el MNR en caso de iniciarse la lucha guerrillera se plegara a la misma; parecía seguro de que la situación iba a cambiar favorablemente al PCB.

Con estas y otras resoluciones terminó el Pleno, teniendo los dirigentes del PCB la urgente tarea de hacer conocer las nuevas decisiones adoptadas a los camaradas cubanos y entretanto se llegara a acuerdos, el PCB y la JCB debían fortalecerse en todo sentido.

Monje se hallaba satisfecho del resultado del Pleno, ya que éste había aprobado en su totalidad sus proposiciones, que por ser ahora proposiciones del PCB, serían consideradas de otra manera por los camaradas cubanos, pensaba así.

En esos días retornó Coco, a quien informé de lo acontecido y le comuniqué las dudas que me habían asaltado a raíz de la información que me proporcionó Monje. Coco me amplió la información de lo sucedido en la reunión llevada a cabo del 31 de diciembre (1966) al 1° de enero (1967), indicando que la decisión de todos los camaradas bolivianos fue libre y fruto de un análisis concienzudo de la realidad boliviana y seguros de que su deber de revolucionarios era permanecer en el grupo «con» o «sin» el Partido. Relató además, que Monje al despedirse de los camaradas había manifestado, que vería cómo arreglar la situación con el PCB, pero sea cual fuera el resultado él retornaría para incorporarse como un simple combatiente.

Estos y otros aspectos que me fue mostrando, despejaron definitivamente las dudas que se me presentaron y personalmente definí mi posición, plegándome al grupo de camaradas que «sin el partido» decidió comenzar la pelea.

Monje convocó al secretario de la JCB y a mí a una reunión de información confidencial sobre la situación, alertando inclusive sobre una nueva labor fraccionalista y la necesidad de estar listos para impedirla. Luego conversó sólo conmigo y me planteó claramente que definiera mi posición. Cuando le manifesté que no se podía abandonar a los camaradas y que debíamos participar activamente, Monje planteó que no se podía permitir que otros que no eran bolivianos, aunque fueran comunistas, dirigieran la Revolución Boliviana y me preguntó ¿tú estás de acuerdo en integrar un grupo dirigido por extranjeros comunistas, que quieren hacer la revolución para los bolivianos?

Cuando le respondí que sí, me dijo: «entonces tú no eres capaz de hacer ninguna revolución». Con esta charla terminó la larga serie de charlas que había tenido conmigo, primero para incorporarme a una nueva actividad y al último para convencerme de sus posiciones. Al despedirnos me dijo, «lo mejor será que renuncies de la dirección de la JCB, haz tu carta de renuncia». Le contesté que así lo haría y Monje me dijo: «¿recuerdas que en una oportunidad, me aconsejabas que peleara en el Partido para llevarlo por una nueva ruta de lucha? por qué no te quedas y haces la pelea en la JCB» Respondí que en la actual situación ya no se podía hacer eso.

Nos despedimos seguros ambos de que íbamos por distintos caminos.

Encuentro con el Che

Justamente esos días, llegó a La Paz el camarada Wálter Arancibia que era miembro del Comité Nacional de la JCB y trabajaba conmigo en la Comisión Nacional de Organización. Este camarada ya había charlado con Aniceto, pero por haber realizado un viaje a su casa no logró concretar nada y no sabía a quién dirigirse, hasta que tuve que plantearle la situación y luego de charlar con Rodolfo decidió también incorporarse al grupo. El 17 de enero el PCB celebraba su 17 aniversario, Coco, Rodolfo y yo, luego de realizar pequeñas tareas, asistimos a la fiesta de conmemoración que habían organizado. Allí nos encontramos como peces fuera del agua, ya que notamos un ambiente cargado de recelos hacia nosotros y por las conversaciones y alusiones a muchos camaradas nos dimos cuenta de que la voz de alerta cundía rápidamente en todo el Partido y que se preparaba a la gente desfavorablemente a nosotros.

Con Coco tuvimos las últimas reuniones, se me asignaron determinadas tareas y esperábamos instrucciones más claras y definitivas.

Esta vez para quedarse, partió Coco, llevando a otros compañeros entre ellos Walter.

Quedamos pocos compañeros para realizar las tareas que se nos habían encomendado, el 23 de enero viajé a Camiri para llegar en la fecha indicada por Coco, en vista de que falló algo que habíamos acordado anteriormente. El contacto se realizó tal como se había acordado y serví además, para localizar a Moisés Guevara, que se hallaba esperando noticias impacientemente.

Inmediatamente partimos rumbo a la finca que era la base de nuestra nueva organización. Allí se realizaron las charlas que nos aclaraban diáfanamente la situación y nos comprometimos firmemente a participar en las distintas tareas que se nos señalaron. Conversé con el camarada Ramón. Yo ya había sido enterada de su presencia por Coco y así le dije al camarada Ramón que manifestó que eso significaba una infidencia.

Me explicó luego los alcances de la lucha que se iniciaría y acerca de Monje me dijo que éste «no era un dirigente ya que carecía de las cualidades necesarias para serlo». Cuando le comuniqué lo dicho por Monje en varias oportunidades «que había sido engañado» el camarada Ramón respondió «en cierta medida, sí lo hemos engañado». En seguida me dijo que la lucha sería larga, que en torno a este pequeño grupo por ahora, se irían uniendo y organizando los verdaderos revolucionarios, y que al margen de sectarismos, de divergencias ideológicas, los revolucionarios bolivianos formarían en la acción un nuevo Partido, que lleve al Pueblo a la Revolución. En torno a las divergencias en el Movimiento Comunista Internacional, dijo que él había manifestado su posición, pero que en relación a lo que pasaba en esos momentos en la República Popular China y su Revolución Cultural, él no sabía qué decir en ese instante.

También se refirió a su discurso pronunciado en Argelia, donde se resumían sus propias ideas. Este documento era muy importante.

Al contarle que en una última entrevista con Monje, éste se había referido a la presencia de camaradas extranjeros en el grupo guerrillero, como un factor negativo y muy peligroso, el camarada Ramón contestó que era una muestra de nacionalismo que no coincidía en absoluto con el criterio comunista y que lo mismo había sucedido en Cuba cuando se empezaba la lucha armada. Pese a todo la Revolución Cubana logró la victoria.

Conversamos sobre algunos problemas referentes a las tareas que debíamos llevar adelante y luego reunidos con Inti, Coco y Ricardo fuimos concretando las tareas que yo debía cumplir más otras instrucciones que serían transmitidas a otros compañeros. Finalmente, junto a otros camaradas y Moisés Guevara, charlamos sobre otros problemas que se presentaban, tales como la ayuda que se daría a las familias de los que se integrarían al grupo y sobre determinada gente que se pensaba podría colaborarnos de una u otra manera. Nos servimos café, primero el camarada Ramón y comentó sonriente: «me sirvo primero, no porque sea el jefe, sino porque me gusta amargo». Acabamos el café, llegó la hora de partir, divididos en dos grupos fuimos con rumbos distintos, ellos a seguir con tareas que tenían en el monte y dos de nosotros a la ciudad para cumplir con lo que se nos mandaba.

Esta es la primera vez que relato las impresiones que recogí en esa fecha memorable para mí. Porque aunque sabía con quién iba a entrevistarme, y prácticamente se había suprimido el factor sorpresa, no logré evitar conmoverme profundamente ya que hallarme frente a un camarada como era Ramón, era algo que no lo había esperado jamás. Su figura era ya un mito, había sido casi idealizada, y de pronto me hallé frente a un hombre sencillo, afable, que pese a su fama y prestigio no me hacía sentir intimidada y cohibida. Se mostraba como un camarada de mayor experiencia y conocedor profundo de muchos problemas, pero no por ello autoritario o despótico. En ese instante recordé a otros dirigentes de algunos Partidos Comunistas, que nos miran a los jóvenes militantes de arriba y nos infunden sentimientos de inferioridad y minúscula dimensión, qué distante de esa actitud era la del camarada Ramón y yo la sentía sincera y verdadera.

Tenía infinidad de preguntas que hacerle, pero la emoción que sentía me impidió hacerlas quedándome con las ganas de conocer directamente su opinión sobre algunas cuestiones. Al despedirme sentí que me alejaba de un camarada ya muy caro para mí, pero con la seguridad de que su presencia garantizaba enormemente el éxito de la tarea que iba a empezar.

Seguramente, la misma impresión tuvo Moisés Guevara, quien al retornar a Camiri manifestaba francamente su alegría y confesó que al principio del viaje creyó que no había nada serio y que de todos modos, cualquiera que fuese la situación que hallaría, él se hallaba decidido a empezar la lucha aunque sea sólo con un grupo. Más la realidad que vio fue otra y ahora estaba dispuesto a incorporarse sin ninguna condición.

Una vez en Camiri, Guevara retorné inmediatamente por Sucre, luego Coco volvió a la finca y después de un par de días retornó a La Paz vía Cochabamba.

Ruptura y comienzo

En La Paz transmití todas las instrucciones que se me habían dado y mientras por un lado empezaba la organización del grupo que trabajaría en la ciudad, por otro, compañeros peruanos alistaban su viaje al sudeste boliviano junto a Tania. Parece que hubieron mal entendidos al retransmitir las instrucciones que traje, porque a su retorno, me encontré por vez primera con Tania, con quien aclaramos la situación y luego de algunas charlas más, ella retornó a la finca llevando a dos compañeros: el Pelado y el «francés».

Pasaron los días en espera de noticias que debían traernos los últimos compañeros que partieron, pero la prensa trajo noticias más serias sobre posibles encuentros entre grupos irregulares y tropas del Ejército y finalmente con la captura de 3 extranjeros periodistas, más la información oficial que daba el Gobierno tuvimos la certeza de que la pelea había comenzado.

En la ciudad esperábamos noticias del monte y tratábamos de llevar adelante algunas tareas.

Un poco antes de que comenzaran las acciones en el mes de febrero, asistí a un Pleno del Comité Nacional de la JCB; previamente en reunión del Comité Ejecutivo y del Buró Político con la asistencia de Mario Monje se aprobó, con mi voto en contra, un documento en el que si bien no se hablaba directamente de la guerrilla en el país se alertaba a la JCB sobre posibles brotes fraccionalistas esta vez llevado por camaradas «desesperados pequeños burgueses», «aventureros» y «románticos» que seguían una nueva posición que surgía en el movimiento comunista, especialmente en el latinoamericano.

Con ello se adherían íntegramente a la posición del PCB y se le reiteraba fidelidad y disciplina. En estas condiciones se realizó el Pleno, donde se dio lectura al Documento que lógicamente por ser ambiguo y no concretar claramente el «peligro» que se avecinaba, llevó confusión a la mente de la mayoría de los camaradas. Pese a algunas provocaciones, yo no pude hacer una defensa clara de mis posiciones que eran también las de Antonio, Aniceto y Walter, todos ellos ausentes, no porque careciera de argumentos, sino porque hacerlo significaba descubrir, delatar la organización de la guerrilla a mucha gente de la cual podía filtrarse la información. Era más pelea entre unos pocos compañeros, que conociendo el asunto tampoco se animaban a llamarlo por su nombre. Fue en esas condiciones que se aprobó por mayoría, excepto mi voto, el documento y se sancionó eliminándonos del Comité Ejecutivo y del Buró Político a Aniceto, Antonio y yo, por «indisciplina, abandono del trabajo de la organización y discrepancia con la línea de la JCB». Los camaradas aprobaron estas decisiones casi automáticamente, ya que era incomprensible para ellos sancionar a compañeros que precisamente jamás mostraron faltas de la naturaleza que se mencionaban; ahí terminó nuestra labor en la JCB. En condiciones de incipiente organización y comenzadas las acciones armadas, en la ciudad continuábamos esperando instrucciones.

Espera vana que no se concretó jamás

A medida que pasaba el tiempo veíamos que se agudizaba la situación y eran cada vez menores las esperanzas de obtener contacto directo con los compañeros. Iniciamos por nuestra cuenta entrevistas con algunas organizaciones y especialmente con personas que se comprometían a ayudar de una u otra manera.

En febrero Coco nos había enviado varias instrucciones que recién las recibimos casi un mes más tarde y en base a los nombres de gente que nos indicaban comenzamos el trabajo de reclutamiento.

Esta labor se hacía muy dificultosa, debido fundamentalmente a la vigilancia de que éramos objeto no sólo de parte del enemigo sino tanto de los comunistas del grupo dirigido por Monje como por los comunistas dirigidos por Zamora. Con sus investigaciones y sus comentarios nos hacían un flaco favor y entorpecían nuestra labor. Lo que más perjudicaba nuestra actividad, era la labor que unos y otros (pro chinos y moscovitas) realizaban alertando a sus militantes y advirtiendo de las tareas que posiblemente cumplíamos determinados camaradas.

Aproximadamente a fines de abril de 1967, o principios de mayo, nos pusimos en contacto con la gente de Moisés Guevara que hasta entonces andaba por su cuenta, coordinamos algunas tareas y regularizamos los encuentros con ellos, dándoles sus responsabilidades y tareas.

La tarea de organizar la red incorporando a otra gente, se hacía lenta y pesada; muchos jóvenes a quienes planteábamos su incorporación al grupo guerrillero que peleaba en el monte, pedían un plazo para arreglar su situación personal y entretanto ayudarían en la ciudad; lamentablemente muchos de ellos no se quedaron callados y fueron algunos de ellos que comentaban en ruedas de amigos que contaban con contactos directos con las guerrillas. Otros, como algunos miembros de «Espartaco», presumían de contar con «su» propia gente en la guerrilla y que de inmediato recibirían noticias directas.

Gente de diferentes grupos con quienes se hablaba, en principio recelaban por ser la mayoría de nosotros, militantes del PCB dirigido por Monje; posteriormente se fue aclarando nuestra situación.

La actitud del PCB pareció en determinado momento que había cambiado, sacaron públicamente un documento de solidaridad con la guerrilla. Rodolfo era el encargado de charlar directamente con Kolle y se llegó a concretar lo siguiente: a) que Kolle iría en el momento que le indicáramos a entrevistarse con los camaradas dirigentes de la guerrilla, para reiniciar las conversaciones y llegar a algún acuerdo. b) En la ciudad se comprometían a facilitarnos locales ya sean para depósitos, como para realizar otras actividades. c) Impartirían instrucciones a todo el Partido y la Juventud para que colaborasen en todo sentido, y se cortarían todas las murmuraciones y campañas contra los que habiendo sido del PCB y la JCB, ahora trabajábamos al margen de las mismas; no porque esas organizaciones nos hubieran ordenado cumplir esas tareas, como interesadamente se decía entre su militancia, sino por decisión personal y rompiendo con el PCB y la JCB con cuya línea política no concordábamos. d) Nos ayudarían en la compra de armas, botas y otros elementos que se necesitaban. e) Ellos estaban organizando a grupos armados y se preparaba a toda la militancia para la lucha.

Fue en esa fecha, cuando Kolle, concedió una entrevista a un corresponsal norteamericano, no recuerdo exactamente de qué agencia noticiosa, y por la forma cómo se expresó daba la impresión de que el PCB tenía mucho que ver con la guerrilla.

Entre los pocos camaradas que componíamos el núcleo de la red en La Paz dividimos el trabajo, de esa manera viajé a Oruro por dos veces y se logró prácticamente parar un pequeño grupo de dirección que incluía a compañeros provenientes de distintas organizaciones políticas luego de aclarar con ellos el problema de la disolución de sus respectivos grupos, aspecto que las más de las veces no era suficientemente comprendido. En esos días el Ejército masacraba mineros en Siglo XX, fue la famosa «noche de San Juan».

Una importante labor que debíamos cumplir era la de Prensa, ya que hasta ese momento, existían muchas especulaciones sobre la guerrilla y sus componentes y el objetivo que éstas tenían, lamentablemente carecíamos de medios materiales para hacer directamente la impresión de boletines, etc. Solicitamos la tan mencionada «ayuda» del PCB, y la tarea de sacar en multicopiadora el manifiesto que había sido redactado por nosotros, en vista de que no recibíamos nada de los compañeros pese a haberles entregado inclusive «picado» en stencil, tardó cerca de un mes, creándonos problemas con otros compañeros encargados de sus distribución ya que no entregábamos el material en las fechas previstas.

Algo semejante sucedió en Oruro, donde habiendo entregado stencil picado, papel y tinta, comprado todo ello con nuestros propios recursos, el compañero que hizo el trabajo (miembro del Comité Central y del Comité Regional del PCB) no tuvo inconvenientes en agregar por su cuenta al final del manifiesto la siguiente leyenda: «lea y difunda UNIDAD». Esto aparentemente carece de significado, pero para los que estábamos decididos firmemente por la lucha guerrillera, este simple hecho nos demostraba el espíritu sectario y oportunista no de un camarada comunista, sino la concepción de muchos miembros, no de base, sino de dirección del PCB.

Con estos contratiempos esta labor de propaganda se hacía penosa, hasta que gracias a una decisión audaz de Humberto [Humberto Vázquez Viaña, CSG], logramos «obtener» nuestra propia máquina, en la que ya más regularmente sacamos un pequeño boletín al que denominamos «E.LN.», hasta el número 5. A través del boletín tratamos de orientar a la opinión, aunque en algunos de ellos insertamos notas que proporcionadas por gente que aseguraba la veracidad de la información, realmente no correspondían a la realidad.

Gestiones frustradas

De esta manera continuaba nuestra labor en angustiosa espera de noticias del monte, y de La Habana, ya que Iván [Renán Montero, CSG] se había comprometido a enviarnos en determinado plazo novedades. Nosotros enviamos dos notas explicando la situación, aunque no recibimos respuesta, por lo menos yo ignoro si llegaron posteriormente. Siguiendo el plan que habíamos aprobado en base a las Instrucciones que se elaboraron en la finca, enviamos a otros compañeros por algunas zonas mineras y de Santa Cruz para formar núcleos de la organización y tratar de localizar a nuestros compañeros. En esa oportunidad viajé a Cochabamba, donde sin haberlo previsto, me vi en una reunión de la mayoría del Comité Regional del PCB incluidos uno o dos miembros del Comité Central; ante este hecho no me quedaba otra alternativa que plantear algunas tareas, ya que además Kolle había entregado a Rodolfo una pequeña nota donde indicaba a Arnez (C.C. del PCB) que se nos colaborara.

Planteadas las tareas fundamentales, los camaradas comprendieron que si se las ponía en práctica, entraban ya de hecho a la orientación sustentada por los guerrilleros lo que significaba ir contra la propia línea política del Partido. Ante esta alternativa, decidieron consultar con la dirección nacional y luego en un plazo de aproximadamente 15 días, estarían dispuestos a realizar algunas tareas junto a cualquier compañero designado por el ELN.

En charlas que sostuve con un dirigente del PCB y de los campesinos (Gregorio Arias), éste manifestaba su apoyo franco a nuestro grupo y mencionó la posibilidad de un fuerte grupo de campesinos (aseguraba alrededor de 100) que podría incorporarse a la guerrilla. Señaló que efectivamente entre los campesinos del valle el Gobierno estaba organizando fuerzas antiguerrilleras, pero que eso no significaba un grave peligro, ya que existía en los campesinos un gran número contrario al Gobierno y poseedor de una conciencia revolucionaria, que les permitiría una vez logrado su entrenamiento, partir no a combatir a los guerrilleros, sino a reforzarlos en su lucha.

De esta manera me explicó la situación de los campesinos del valle ante la guerrilla. Este compañero había trabajado con los campesinos de Villa Rivero y Cliza, y otros puntos del Valle cochabambino donde en reiteradas oportunidades se produjeron encuentros armados entre los campesinos y fuerzas del Ejército; en una oportunidad el ejército les arrebató una buena cantidad de armamento; los camaradas plantearon a la dirección del PCB, que se les ayudara y se enviara armas a ese distrito, el compañero Gregorio decía: «seguimos esperando las armas» hasta la fecha (julio 28-30 de 1967).

En la misma ciudad, conversé con militantes de la JCB, quienes al igual que los del PCB inclusive el camarada Gregorio decidieron esperar mi retorno o el de otro compañero del ELN para concretar los acuerdos a los que podíamos llegar.

Por segunda vez conversé con un compañero (RR.) que por instrucciones recibidas en la finca debía ser el responsable del núcleo en Cochabamba y el resultado fue el mismo, esperaba personalmente otras noticias de Cuba para poder decidirse, entre tanto ayudaría con algunas informaciones.

Finalmente me reuní con el responsable del grupo de Moisés Guevara en Cochabamba y otro que venía con tareas dadas en La Paz para cumplirlas en Santa Cruz.

Formalmente aceptó las explicaciones acerca de la disolución de los grupos para formar un solo organismo y acatar sus disposiciones. El continuaba siendo miembro del Comité Regional del PCB dirigido por Zamora, lo que constituiría realmente un enredo, ya que por ser miembro del grupo de M. Guevara, debía estar expulsado al igual que éste. Yo no conocía muy bien todo el asunto, pero me dio la impresión de que este compañero designado por Moisés como responsable en el valle, tenía la seguridad de contar con la mayoría de la militancia pro-china que empezaba a divergir con la dirección de Zamora. Indicó de 8 a 10 compañeros, incluido él mismo, que se prepararían para incorporarse a la guerrilla, aunque pedía un plazo, casi un mes para que todos arreglaran sus problemas.

Sobre este último aspecto tanto a él como a otros compañeros a quienes se proponía marchar al monte, les planteábamos que procurasen en lo máximo posible arreglar la situación de sus familiares, ya que la organización no contaba con los medios para garantizar el mantenimiento de los mismos.

Esto se recalcaba mucho porque ya habían surgido diversos problemas, porque algunos compañeros habían indicado a sus esposas que recibirían ayuda económica. Esta ayuda la decidía en determinados casos la dirección de la guerrilla en el monte y concretamente se nos había indicado cuánto y a quiénes dar, pero por supuesto no se podía generalizar ya que esto hubiera significado «pagar» a los combatientes guerrilleros, que convertiría por este hecho a los mismos en simples y vulgares «mercenarios» y no en revolucionarios conscientes de su deber. Concretando el trabajo de este compañero en algunos puntos del Chapare, y la consecución de depósitos en la zona del camino Cochabamba-Santa Cruz, concluí mi entrevista con él y retorné a La Paz.

Careciendo de noticias directas de la guerrilla, manteníamos ignorantes de esta situación a los compañeros que poco a poco pero firmemente se incorporaban a nuestras filas, y dábamos pequeñas tareas para evitar su dispersión.

Iniciamos contactos con un sector del Partido Obrero Revolucionario (POR) cuyos dirigentes se hallaban dispuestos y de acuerdo con la posición guerrillera, se organizó pequeños grupos para darles alguna instrucción y comenzar algunas acciones en la ciudad.

También nos reunimos con un grupo de jóvenes del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), cuyos portavoces decían estar decididos a colaborarnos incorporándose algunos de ellos de inmediato a la guerrilla y los otros fortaleciendo sus grupos en las diferentes ciudades del país, que trabajarían con el ELN.

Especialmente este último grupo, al igual que los demás, nos pedían una orientación política concreta del momento para poder definirse mejor y encausar positivamente y en forma total las distintas tareas que se plantearían.

En esos días, los periódicos y las radios de todo el país, comunicaban el exterminio de 10 guerrilleros incluida una mujer Tania: y la captura de un herido: José.

Esta noticia fue un rudo golpe para nosotros, que ya en determinados momentos nos hallábamos desesperados, llegando inclusive a discutir fuertemente, sobre algunos problemas. Fue aproximadamente en agosto que recibimos noticias de Cuba, donde nos indicaban que por cualquier medio tratáramos de establecer contacto con los compañeros que estaban en el monte. A principios de septiembre decidimos parar ya definitivamente los grupos de camaradas en las ciudades e inclusive vimos la posibilidad de que uno de nosotros viajara a la isla para arreglar directamente una serie de asuntos. Se decidió que me dirigiera otra vez a Cochabamba, esta vez para concretar en los hechos, los acuerdos previos que habíamos realizado en julio, con los diversos grupos. El PCB, bajo la dirección de Kolle había decidido que en Cochabamba se iniciaría la «solidaridad» declarada públicamente y se llegó a señalar que la ayuda sería en torno a estos aspectos a) reclutamiento de compañeros para el monte; b) locales para depósitos de víveres, armas, etc.; c) consecución de armas y d) ayudar en la propaganda.

Señalaron inclusive que sobre la base de esos puntos se discutiría el trabajo en Cochabamba y que yo podía viajar en la misma movilidad que trasladaría a Kolle, que iba a trabajar en ese sentido en esa importante ciudad.

Ultimamos algunos detalles y se me instruyó para que estableciera otros contactos en La Paz, además el sistema de distribución del material de propaganda no lo habíamos mejorado y personalmente tenía que entregar el último número del boletín que estaba preparado. Sabíamos que determinados compañeros (Humberto, Rodolfo y yo) éramos objeto de vigilancia, pero las últimas semanas de agosto, pareció que ésta había disminuido, un tanto confiados, especialmente la que escribe estos apuntes, realizamos las tareas sin tomar mayores precauciones. En vísperas de partir con rumbo a Cochabamba, luego de haber comunicado determinadas tareas a otros compañeros, con quienes acordé reunirme luego de aproximadamente una semana, ya que debía retornar nuevamente a La Paz, me dirigía a casa para recoger y archivar algunas cosas que tenía en mi poder y partir por la mañana, ya que no logré saber el lugar y hora en que Kolle partiría en una movilidad especial.

No logré llegar ni a casa y mucho menos realizar el mencionado viaje ya que una cuadra antes de la casa donde vivía fui detenida por el propio Coronel R. Quintanilla (entonces Mayor) y otro miembro del Servicio de Seguridad del Gobierno y conducida a las dependencias de la DIC. Lo que sucedió a partir de ese instante, es ya conocido por los compañeros, a quienes envié un extenso informe sobre lo sucedido y sobre el cual tienen ya su opinión formada.

Durante mucho tiempo no pude leer ningún periódico, ni escuchar informativos por radio, pero pese a esas restricciones, logré enterarme de la muerte de «Coco» Peredo y posteriormente de la del camarada Ernesto «Che» Guevara junto a muchos más, con lo que concluía la guerrilla iniciada en mayo [marzo] de 1967. Estas noticias me causaron profundo dolor y en principio me negué a creerlas aferrándome a la esperanza de que todo se desmentiría, desgraciadamente las noticias posteriores que recibí en forma breve y fugaz me confirmaron definitivamente la situación. Así inmediatamente por la captura del «Diario» de campaña del camarada «Che», los organismos de seguridad del Estado detuvieron a mucha gente que se aseguraba por la existencia de muchos documentos capturados, tenían que ver directamente con la guerrilla. Se produjeron protestas y numerosos reclamos exigiendo la libertad para los determinados, siendo muchos de ellos puestos en libertad y los más pasados a la justicia ordinaria y recluidos en el Panóptico Nacional.

Simultáneamente a estos acontecimientos Regis Debray y Bustos eran condenados por un Tribunal Militar en Camiri a 30 años de prisión, siendo acusados especialmente el primero de «asesino, ladrón y bandolero» y otros tres «guerrilleros» bolivianos, Rocabado, Choque, que fueron absueltos de toda culpa y quedaban bajo vigilancia del Ejército en Camiri.

Con este acto final de todo el teatro que había montado el gobierno boliviano terminaba el escándalo publicista que había comenzado en torno a la presencia del compañero R. Debray en la zona guerrillera. Llegó el mes de diciembre, el gobierno del General Barrientos sin prever sus

Alcances dicta la ley de «Amnistía general e irrestricta» para los presos políticos. Por el carácter de «general e irrestricta», los presos políticos que sumando muchos en el país pedimos que se aplique de inmediato y efectivamente, pero el Poder Judicial que se dice «autónomo» e «independiente» en la práctica está al servicio del poder político del país, por esta razón son libertados al amparo de la ley de amnistía unos pocos sindicados por «enlaces» guerrilleros y otras actividades políticas. En la cárcel de mujeres somos tres compañeras las que solicitamos nos concedan libertad. Pasan los días sin resultado alguno y decidimos ingresar a una huelga de hambre hasta que nos apliquen la ley. Tratamos de que idéntica actitud asuman los políticos del MNR, PCB (pekinés y moscovita) POR y PRIN detenidos en el Panóptico Nacional de San Pedro, pero como siempre priman en ellos sus divergencias y al no lograr criterio unitario deciden no entrar en huelga de hambre, dejándonos de esta manera aisladas en nuestra posición. Merced a esta huelga la FUL y otras organizaciones se movilizan y logran formar el Comité de Defensa de los Derechos Humanos, más una Oficina Jurídica que defienda a los presos políticos en forma gratuita. Ellos intervienen de mediadores y nos piden que levantemos la huelga como condición para que el juez resuelva nuestra situación. Existían entre nosotras criterios dispares, finalmente se decidió suspender la huelga. El juez decidió conceder la amnistía a una sola de las tres (N. de Aguilar) y a otros detenidos en el Panóptico. Gracias a este resultado la compañera P. de Leyton, adoptó una posición violenta contra mí, e inclusive tuvo expresiones públicas en ese sentido, pese a todo, este enojoso asunto fue superado, adoptando esta compañera una actitud más positiva.

El nuevo año que había comenzado, parecía que no tendría acontecimiento de importancia para el gobierno del General Barrientos, luego de la «extinción» del grupo guerrillero comandando por el «Che» Guevara, acción que infundía al régimen mayor seguridad y estabilidad. Sin embargo la situación en el transcurso de más de 10 meses, no ha sido precisamente tranquila y uniforme.

Muy pronto algunos sectores, como los maestros, reiniciaron sus demandas de aumento de sueldos y diversos planteamientos de carácter económico fundamentalmente. Por otra parte el gobierno utilizando reiteradas oportunidades el ya manido pretexto de la «subversión armada» inició una permanente persecución y detención de políticos de diversos partidos y numerosos universitarios, provocando con ello la airada reacción de éstos en escala. Sorpresivamente tanto la opinión pública nacional como la mundial, recibía la noticia de que en Cuba se publicó el «Diario» de «Che» Guevara y se difundía simultáneamente la edición en todo el mundo en varios idiomas.

Este hecho, provocó graves dificultades al gobierno y a las Fuerzas Armadas de Bolivia, que en un principio trataron de negar la autenticidad del mismo, hasta que confrontado lo publicado con el original se puso en evidencia que era efectivamente el «diario» del tan discutido jefe guerrillero Guevara. ¿Quién había entregado o vendido el diario?, ¿cómo había salido del país? Eran las preguntas que hacían indignados políticos y pueblo en general. Surgían serias sospechas sobre la conducta de los principales jefes militares bajo cuya custodia se hallaba ese y otros documentos relacionados con las guerrillas. Se producen manifiestos y declaraciones con especulaciones de todo tipo, hasta que finalmente estalló la bomba, como diría más gráficamente, al huir espectacularmente el entonces ministro de Gobierno Antonio Arguedas,

Que una vez en Chile declaró haber enviado personalmente una fotocopia del diario del «Che» al camarada Fidel Castro, en forma totalmente gratuita y sin mediar compromiso alguno.

Esta declaración, en boca de un alto funcionario del Estado y persona de confianza del presidente de la República trajo lógicamente una serie de dificultades a la estabilidad del gobierno del General Barrientos. Por un lado se pensaba que era una obra muy bien preparada para salvar el prestigio del Ejército que se había visto empañado por las sospechas directas sobre esta institución hacía recaer la opinión pública. Otros sectores de opinión acusaban al presidente Barrientos por haberse rodeado de elementos de conocidos antecedentes comunistas uno de ellos Arguedas mostraba en ese instante a su verdadera política sirviendo a los intereses del «Castrocomunismo» y en contra de la «democracia». Los más creían que con Arguedas se pretendía proteger a otros importantes miembros del gobierno y Fuerzas Armadas convirtiéndolo en un «chivo expiatorio».

En medio de tan contradictorias opiniones llega la palabra del camarada Fidel Castro que afirma que efectivamente fue Arguedas quien envió las fotocopias del Diario del «Che» gratuitamente y que este personaje había estado ayudando a riesgo de su propia vida durante algún tiempo a la actividad revolucionaria (?).

Estas declaraciones provocan mayores contradicciones en el país y dirigentes del PRIN, MNR, FSB (Aponte, Lema, Gutiérrez) hacen un llamamiento conjunto a su militancia y pueblo en general para realizar una manifestación e iniciar el derrocamiento del gobierno. El resultado fue naturalmente el previsto por esos dirigentes ya que la concurrencia a la manifestación no fue numerosa como pensaban, ni las fueras del gobierno se habían movilizado para reprimirlas. Al no realizar todas estas acciones los jefes de esas organizaciones fueron objeto de persecución, teniendo finalmente dos de ellos que pedir asilo político y salir del país rumbo al extranjero.

En esos mismos días, la opinión nacional recibía el Manifiesto «Volveremos a las montañas» firmado por Inti Peredo, uno de los cinco sobrevinientes de la guerrilla y que al constituirse en Jefe del ELN (Ejército de Liberación Nacional), daba a conocer al pueblo boliviano su decisión de continuar la lucha guerrillera, derrotada en su primera batalla pero no en la victoria final.

Nuevamente el gobierno inició la represión deteniendo, confinando y exiliando a numerosos ciudadanos. Se comentaba inclusive la posible intervención de las universidades, que según declaraciones del gobierno son el foco de agitación y de las «guerrillas urbanas».

Pese a esta tensa situación, el General Barrientos enfrenta la misma, cambia su gabinete integrado totalmente por militares. ¿Junta Militar? No, responde Barrientos y se sostiene que el nuevo gabinete será transitorio aunque el sostiene que durará un periodo más o menos prolongado.

En un clima de continuos disturbios provocados por la acción de los universitarios, algunos de los cuales caen en las calles víctimas de la represión violenta del Ejército en distintas ciudades, se conoce la proclama del Jefe de Estado Mayor Gral. Marcos Vásquez que en esos días había sido destituido de su alto cargo, en la que se rebela contra el gobierno del Gral. Barrientos y la complicidad del Gral. Ovando y llama a derrocarlos. Resultado de la proclama: detención de muchos elementos que según el gobierno estaban comprometidos para la rebelión, clausura por cerca de 48 horas de una emisora «Altiplano» y la degradación y persecución del mencionado militar.

Con todo ello el gobierno toma otras medidas para terminar con diversos conflictos, así en relación a la huelga del magisterio cuyos dirigentes principales de La Paz habían sido detenidos, decide la clausura del año escolar y dicta drásticas medidas contra los maestros que de esa manera se ven imposibilitados de continuar su lucha y prácticamente dispuestos a llegar a acuerdos con el gobierno.

En las universidades continuó el conflicto, pero pese a las protestas, bloqueos y manifestaciones el gobierno prosigue deteniendo a dirigentes universitarios que aún continúan presos y sin ceder a las múltiples peticiones que en favor de ellos hacen inclusive catedráticos y rectores de todas las universidades del país. Finalmente los universitarios cansados de esas peleas estériles, calman sus ánimos y en estos días (septiembre, octubre de 1968) se dedican a la tarea de elegir delegados y dirigentes que asistan a un nuevo Congreso de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB). Y en cuanto a otros sectores, el gobierno trata de acallar algunas expresiones de oposición, así en la Cámara de Diputados, presiona para eliminar determinados elementos, así se ha procedido con Ortíz y se hará lo mismo con Quiroga Santa Cruz.

Creo, camaradas que me he desviado un tanto del objetivo que me planteé al comenzar a escribir estas hojas, pero el hecho de hallarme sola y sin posibilidades de intercambiar opiniones sobre el acontecer diario, me llevaron a hacer ligeras notas sobre lo más saliente de la situación nacional. En base a estas noticias que las recojo de manera indirecta, me hago la siguiente composición de la situación política en el país: por un lado el gobierno que aparentemente va fortaleciendo su posición por otro algunos partidos como FSB, PDC, en la oposición tratan de vanguardizar la lucha del «pueblo» mientras los partidos de izquierda y revolucionarios, totalmente atomizados se pierden en discusiones y comunicados inútiles, sin mostrar un objetivo claro al pueblo.

Qué hacer en estas circunstancias? Pienso que la labor de nuestra organización es la de reestructurarse, fortalecerse y armarse para reiniciar la lucha porque estoy convencida de que las otras organizaciones revolucionarias, que continúan con sus posiciones políticas sin variaciones fundamentales y sus direcciones aferradas a sus tradicionales formas de lucha, están esperando morirse de viejos antes de hacer la revolución.

Hasta aquí, lo único que he hecho ha sido relatar una serie de acontecimientos, en algunos de los cuales tuve directa participación y en otros fui simple espectadora imposibilitada de participar activamente. Para concluir con estas anotaciones quiero transmitirles mi opinión, especialmente sobre algunos momentos de la lucha en los que participé directamente, concretamente a la labor urbana dependiente de la lucha guerrillera.

Conclusiones tentativas

Es ya conocido y aceptado por nosotros que la dirección político-militar de la guerrilla debe estar en el sitio de acción, por razones conocidas ya por nosotros y que la organización urbana depende directamente de aquella, cumpliendo las labores que le asigne. Esto se cumplió en nuestro caso, pero la labor de la organización urbana fue ineficaz y nula en determinados aspectos ¿Por qué? En mis largos días y noches de encierro he pensado mucho sobre esto y he llegado a las siguientes conclusiones:

1°. Que la responsabilidad máxima del grupo urbano recayó sobre un compañero que posiblemente a parte de su entusiasmo, carecía de muchas cualidades para ponerse a tono con las circunstancias y por consiguiente de actuar y dirigir conforme a las mismas.

2°. Faltaba una orientación más concreta en relación a los contactos políticos con otras organizaciones. Sucedía que en muchos encuentros con dirigentes de otros grupos políticos, estos exigían, les concretáramos el programa o plan de lucha nuestro. Ellos indicaban que comprendían las líneas generales de nuestra lucha, pero probablemente pedían un documento que delineara lo que se hacía y a quiénes se admitiría en las filas en el transcurso de la lucha.

3°. Existió tal vez demasiada reserva con otros compañeros que compartían responsabilidades, para decidir en forma conjunta muchas medidas. Así fue que, creo hasta los últimos momentos ignoraban que no teníamos contacto con los compañeros que estaban en el monte, ahora pienso que esto fue negativo ya que prácticamente se tenía a estos compañeros engañados en la creencia de que nos comunicábamos con los compañeros.

4°. Falta de decisión y audacia para llevar adelante muchas tareas, pienso que este fue el factor fundamental que primó para que no se hiciera contacto con nuestros compañeros.

5°. Concentración de tareas en muy pocos compañeros, descuidando una planificación y distribución del trabajo entre los otros compañeros. ¿Por qué sucedió esto?, ¿por excesivo celo, por sectarismo, o por continuar aferrados a normas de trabajo partidario que no correspondían a la nueva situación de lucha? Me parece que hubo muchos de esos factores que influyeron negativamente en nuestra labor.

6°. Exceso de confianza y se bajó la guardia. Tal vez se pensaba mucho que los compañeros aguantarían en el monte, haciendo una sobreestimación de sus condiciones. En cuanto a los compañeros que estábamos en la ciudad pese a algunas observaciones y voces de alerta, no se pensó seriamente en la peligrosidad y mayor capacidad del enemigo.

7°. Faltaba un equipo urbano, compañeros que por medio de radio tratara de ponerse en contacto con nuestros compañeros, prácticamente carecíamos de quien supiera transmitir por radio y conociera las claves para cifrar mensajes.

8°. Si bien se logró organizar diferentes núcleos de compañeros no se utilizó correctamente estos grupos y se los mantuvo aislados e inoperantes.

9°. No se consideró la importancia de determinadas ciudades como Cochabamba y más aún Santa Cruz, para organizar allí fuertes grupos urbanos que facilitaran la labor de contacto y ayuda a nuestros compañeros.

10°. Hasta muy avanzada la lucha se creó falsas ilusiones en la tan mencionada «solidaridad» del PCB, y se perdió el tiempo con ellos descuidando y tal vez desconfiando de la labor que podían realizar otros grupos, e inclusive personas independientes.

Con seguridad existen otros aspectos más, que determinaron la actividad negativa del núcleo urbano, y los otros compañeros estuvieron presentes en esos momentos, pienso que ya habrán expuesto sus opiniones de todas maneras a los anteriores puntos que como conclusiones los he enumerado, añado estos otros

  1. Si bien lo fundamental e importante es el grupo de compañeros que además de combatir, tiene en sus manos toda la dirección político militar, creo que no se puede subestimar la organización urbana y en esto discrepo con lo expresado por R. Debray en «Revolución en la Revolución» cuando se refiere a la organización urbana como a «la burguesía» de la guerrilla, no concibo un revolucionario que estando de acuerdo con la guerrilla y que por decisión de esta quede en la ciudad tenga una mentalidad distinta a la de los compañeros combatientes. Tal vez no se pensó mucho en este aspecto, «en nuestro caso el responsable del grupo urbano creo que carecía de muchas de esas cualidades que le permitieran identificarse plenamente con la lucha».

Creo que no basta estar de acuerdo con la guerrilla para que se pueda asumir responsabilidades, y si bien es cierto que no tendremos guerrilleros «o mejor responsables urbanos con títulos y vasta experiencia en esas actividades, los compañeros que tengan que desempeñar esas tareas deben estar totalmente compenetrados de los objetivos que se persiguen, tener claros los lineamientos políticos y estar listos para pasar a ser combatientes en cualquier momento. De lo contario, se mantiene en este trabajo a compañeros que sean realmente «burguesía» de la guerrilla, cometemos un grave error y contribuimos a dificultar la lucha.

«Repito que sobre todo los máximos responsables del núcleo urbano deben estar completamente claros en sus tareas, para actuar rápida y eficazmente y no convertirse como nos sucedió en una especia de brazo urbano desarmado». Completamente ineficaz, que en el momento de desaparecer todo contacto con la guerrilla no sabe qué hacer con exactitud.

  1. No debemos descuidar el entrenamiento de compañeros en tareas específicas muy importantes «tales como transmisión de radio, cifrar mensajes, recibir mensajes. La experiencia nos demostró cuán necesario era un compañero con esos conocimientos».
  2. Es verdad que sostenemos que la mujer puede hacer mucho en el transcurso de la lucha y enumeramos una serie de factores positivos para que desarrolle sus actividades, y también los factores negativos que pueden influir en ella, pero considero indispensable que aparte de hacer esa evaluación se debe prepararla prácticamente inclusive para combatir.

No pretendo que a todas las compañeras se tenga que enviarlas a cursos especiales, sería absurdo, como pensar que se puede ser guerrillero solamente si se hizo un curso especial, sino que se debe desarrollar entre ellas tareas que puedan realizar eficazmente, dejando de lado todo tipo de subestimación.

«La lucha iniciada en 1967, con rudos y dolorosos golpes no ha dado valiosas experiencias que debemos aprovecharlas al máximo para continuarla. Pienso que los errores que se cometieron ya han sido analizados y serán superados, mejor dicho, están siendo superados en esta nueva etapa de actividad». Estoy segura que no haremos como muchas organizaciones políticas que luego de su autocrítica siguen en la misma línea de errores, porque constituimos el nuevo elemento revolucionario que sin necesidad de autoproclamarse como vanguardia del pueblo boliviano, «presentamos a nuestro pueblo la real y única alternativa para llegar a su liberación total y definitiva».

Cuando comencé a escribir era un año y veintitrés días que me hallaba recluida, ahora solo faltan tres meses para cumplir los dos años de prisión, ustedes queridos compañeros saben que tengo momentos de cabreamiento, que como bien me dijo uno de ustedes son pasajeros, porque mi decisión de lucha no ha variado y más bien se fortalece cada vez, creo que podré salir cabreada pero no quebrada.

Hasta pronto queridos compañeros.

Victoria o muerte,

Loyola

Cosas raras

Queridos camaradas:

Les escribo esta nota sin haber recibido respuesta a dos últimas que les envié. En esta semana me enteré más detalladamente de algunas cosas que parecen muy raras:

  1. Como ustedes me explicaron el grupo universitario fue disuelto por varias razones y que los que mostraron indisciplina y discrepancias fueron dejados en libertad de acción

De estos últimos, siguen trabajando y a nombre del ELN un ejemplo: a) Rueda, de cuya casa recogieron otros muchachos un volante de saludo con motivo del 1° de Mayo, a parte de ese volante me dicen que hubo otro, y la verdad que no saben cuál es realmente el nuestro. B) Están realizando labor de reclutamiento y me parece que se está pescando a mucha gente que sinceramente desea luchar.

Según el informe un muchacho Landívar (democristiano) reunió a otros jóvenes y les indicó que él trabajaba con el ELN, manifestando que yo estaba de por medio (él había dicho que yo les indiqué que a Rubin no se lo contara y que las cosas las harían directamente. Ustedes saben que esto es falso, ya que jamás he dicho a nadie si pueden trabajar y con quiénes, por otra parte la gente que viene a verme no tiene motivos para hablarme de esos asuntos).

  1. En cuanto a Rubin, éste estuvo en contacto con un tal López, guardaespaldas de Zamora, y compraba de él fierros, que entregó a Danielle que era quién le proporcionaba el dinero. Quien me informó todo esto había comprobado un detalle muy curioso; R. dio dinero a López, le reclamó un fierro, este ante la exigencia fue a traerlo, se dirigió a la casa de Danielle y de ahí mismo sacó un fierro que entregó a R. O sea era un círculo vicioso sumamente extraño.
  2. Leí una carta de Regis dirigida a Raúl, en ella manifiesta que se siente contento de que la juventud no haya sido ganada por la propaganda contraria a nosotros, luego que él está sumamente aislado e ignora, o mejor desconoce objetivamente la actual situación política, muchas cosas que se han publicado y publican son falsas y preparadas. Esta carta quisieron publicarla, pero casi seguro le cortarían las visitas a su mujer, pero ello no la sacaron a luz.

De la misma fuente hay este dato: se estarían preparando la fuga de Bustos que tendría que buscar contacto con ustedes y simultáneamente a la fuga de aquel se liquidaría a Paco (Castillo) para dar mayor veracidad al asunto. Regis dice que Paco es el único que se mantiene firme entre los otros. No sé si les serviría, pero me pareció importante que ustedes conocieran el contenido de la carta que les envié, la misma que tienen que devolverme ya que tengo la responsabilidad de entregarla a quién me la dio.

La esposa de Regis tuvo una entrevista con Reyes, no sé el motivo.

  1. Otra vez les planteó lo de Raúl, fue él quien me proporcionó los datos.

Le han ofrecido fierros, pero ya no le comunicó de esto a Rueda, porque cuando me preguntó sobre él y W., que se mostraban como del ELN le dije que esperara.

No sé si hice mal, pero ustedes dirán la última palabra. Si aceptan comprar esos fierros, díganme si debo hablar con Raúl o ustedes lo buscan a él, de todos modos tendrá que avisársele una forma de identificación.

Ojalá me respondan de inmediato. Le saluda fraternalmente. L.

10-V-69

Compañeros:

Urgentemente les envío esta nota.

La carta que les adjunto » ábranla con cuidado», porque luego de que la lean deben devolvérmela intacta.

No sé si servirá o no, pero ustedes sabrán después de leerla.

Necesito saber con urgencia sobre todo lo referente a Raúl.

Como hago esto deprisa, solo les ruego que hasta el domingo me digan lo que les plantee y me devuelvan la carta el mismo día.

Les saluda fraternalmente

L.

Por favor lo referente a Raúl díganme hasta el domingo, luego les explicaré porqué es urgente.

8-V-69

La carta es de José Castillo en Camiri.

[Carta escrita por Loyola]

Queridos compañeros:

Recibí la respuesta de ustedes que ya la esperaba con desesperación, sobre todo por el asunto de Lola, que ha estado esperando casi un mes para que arregláramos el negocio. Lamentablemente ella viaja y posiblemente casi con seguridad, se ausentará en estos días, conversaré con ella y le comunicaré la forma de arreglar el negocio. Si ella no viaja de inmediato se presentará donde ustedes han indicado pero si parte pronto en próxima nota les diré como arreglamos. En cuanto al punto de contacto con ustedes no me parece muy bueno, creo que solo les servirá esta única vez y luego los arreglos definitivos los harán donde cualquier otro funcionario totalmente ajeno, para de esa manera protegernos mutuamente. De todas maneras ustedes verán lo mejor y más seguro para arreglar este asunto.

La señora «Delfina» [Delfina Burgoa, madre de Ramiro Reinaga] no ha venido a verme. Me extraña que «teniendo contacto directo con ella», ustedes me hubieran indicado que hablara con ella, perdiendo tiempo innecesariamente. En cuanto a ella se refiere, pienso que es una persona de mucha voluntad y actúa con sinceridad, pero no sé hasta qué punto tendrá cuidado. Les contaré algunos detalles: 1) Cuando su hijo partía, me trajo una nota suya, «donde me pedía direcciones de contactos y algunas instrucciones», que naturalmente yo no di, indicando que ignoraba todo. La nota me la trajo el mismo día que su hijo viajaba y pidió verme en horas fuera de visita normal. 2) Hace poco me comunicó que hablaría con «Chichi» para arreglar el asunto del pago de honorarios al defensor de Pedro y su amigo. «Concretamente dijo que a través de él sería el ELN quién pagaría» ¿Es correcto esto? 3) Está muy identificada con sus actividades, por la forma abierta en que actúa y sus relaciones seguramente ustedes han observado todo esto y han tomado las debidas medidas.

Con W. llevamos a una casa numerosas cosas, no recuerdo el número pero eran muchos bultos. «La cantidad y las cosas que se llevaron, las sabe Mauricio, pues fue el quién empacó todo». Seguro «sí habían fierros». De lo que sí estoy segura es que se llevaron «varios fierros a casa de una amiga, a quien también conoce Mauricio».

Había un molino que estaba en manos de gente de Moisés, de esto puede informar Nolberta [Nolberta Vda. de Aguilar, del grupo de Moisés Guevara]. Finalmente una máquina para foto stencil que no sé si la habían podido sacar.

Recibí carta de Humberto, me hace conocer la situación que me parece irregular. Según él está aislado al extremo de que se los ha prohibido hablar con él a otros compañeros. Un miembro de dirección nuestro, lo vio en la calle pero no habló con él, no se le ha dicho los motivos de esa sanción de que es objeto y tampoco se le ha escuchado, mi opinión es de que a cualquier compañero se le haga conocer el porqué de una sanción, hablar, discutir, conocer su criterio en torno a lo que haya provocado su sanción y llegar a un fallo justo creo que es lo correcto, sin necesidad de emplear y gastar mucho tiempo. Ustedes ya deben conocer el asunto, pero consideré necesario informarles de esto.

«Ibargüen» [Raúl Ibargüen Coronel, ejecutivo de la FUL de la UMSA, murió en la guerrilla de Teoponte] que fue de los primeros en hablar con W. anda en duda, no sabe si el contacto actual que tiene es de los nuestros o no. No sé qué opinarán ustedes de él, pero está desesperado de saber para quién está trabajando, me dijo que le habían encomendado una tarea seria, pero que dejaría en suspenso. Tal vez a través de él se pueda saber, quienes trabajan con U. o qué pretenden. Por favor díganme pronto que se hace con «I, manifestó que a él no le dijeron nada cuando se decidió que los universitarios fueran por su cuenta y riesgo».

Como por hoy no tengo nada más que decirles, me despido con un fuerte abrazo.

V. o M.

1°-V-69