Para leer a Franz Tamayo

‘La democracia significa el predominio regulador del pueblo sobre todo gobierno’ (Franz Tamayo).

En octubre pasado, la Asociación de Periodistas de La Paz decidió entregarme por segunda vez la medalla de “Franz Tamayo, a la creación intelectual” (la primera fue en 1998). El reiterado reconocimiento honra, pero también compromete. Al margen de las motivaciones que lo provocaron y de los discutibles merecimientos, nos remite a un personaje sobresaliente de la cultura boliviana, cuyo nombre es muy conocido, pero no así su vida y obra.

En efecto, Franz Tamayo es ampliamente mencionado en diferentes sitios, resuena como un símbolo en las más diversas ocasiones. Una provincia, una universidad privada, varias calles y plazas llevan su nombre. Pero su aporte es virtualmente desconocido por el gran público, en especial por los jóvenes; por eso estas líneas en el último día del año. Lanzamos la carnada con la esperanza de que algunos lectores de la edición impresa o de las redes sociales muerdan el anzuelo y se interesen en buscar información sobre este renombrado y a la vez, contradictoriamente, ignorado personaje.

portón tapiado de la casa de Franz Tamayo
Sólo dejaron como recuerdo el portón tapiado de la casa de Franz Tamayo en la calle Loayza.

Franz Tamayo nació en La Paz en 1879, año de la infausta Guerra del Pacífico que privó a Bolivia de su acceso al mar. Su padre, Isaac Tamayo (también una calle de La Paz lleva su nombre), era un prominente miembro de la oligarquía terrateniente paceña; ejerció una fuerte influencia en la formación y el pensamiento de su primogénito, Franz. Isaac fue un destacado hombre público, ministro, embajador y escritor.

Franz Tamayo tuvo una accidentada vida política a la que ingresó como fundador y jefe del Partido Radical. En las elecciones de noviembre de 1934, en plena Guerra del Chaco, promovido por una parte de los partidos tradicionales fue elegido presidente de la república, cargo que no pudo asumir porque ese mismo mes los militares derrocaron al presidente Salamanca y anularon las elecciones (“corralito de Villamontes”). Habiendo sido elegido varias veces representante en el Parlamento, dirigió la Asamblea que consagró a Gualberto Villarroel como presidente en 1945. En la faceta política de su vida sobresale su proyecto de Ley Capital (1930) como expresión del profundo desprecio hacia quienes, creyéndose providenciales, buscan eternizarse en el poder. Párrafos pertinentes de este proyecto dicen: “La Ley Capital consiste en el derecho individual que asiste a todo ciudadano de tiranicidio y punición sobre el tirano y sus cómplices (…) La democracia no es el gobierno del pueblo por el pueblo, como erróneamente se dice (…) La democracia significa el predominio regulador del pueblo sobre todo gobierno”.

Su libro en prosa más conocido es Creación de la Pedagogía Nacional, resultante de 55 editoriales, publica dos en el periódico El Diario en 1910.

Pero, su obra más extensa y significativa es, seguramente, en verso, Odas (1898), Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia (primer fascículo, 1905; segundo fascículo, 1924), Nuevos Rubayat (1927), Scherzos (1932), Scopas (1939), Epigramas Griegos (1945).

De lo mucho escrito sobre Tamayo se recomienda Yo fui el orgullo, de Mariano Baptista Gumucio, con varias ediciones desde su aparición en 1978 y una sinopsis de este trabajo en la Colección Juvenil de Biografías Breves, publicada en 1980 con el título Franz Tamayo el pensador, libro que debería ser reeditado masivamente. También la biografía al modo fantástico Hechicero del Ande, que le dedicó en 1942 Fernando Díez de Medina; y Franz Tamayo y la revolución nacional de Fausto Reynaga, el escritor indianista ahora muy de moda.

Su casa de la calle Loayza fue demolida y sustituida en 1972 por un adefesio, increíblemente premiado como la mejor edificación urbana de ese año, nada menos que por la benemérita institución Amigos de la Ciudad, pero seguro poco amigos de Tamayo y su obra. Para el cierre, una frase de actualidad, tomada de sus Proverbios: “Solo hay una manera de aprender a mandar, es aprender a obedecer”.