Desde su ventana contempla todos los días el mar y todavía pasea muy erguido por la playa de Ipanema, en Río de Janeiro. Al cumplir los ochenta, había dicho que el hombre a esa edad ya hizo todo lo que de él podría esperarse. Pero él sigue oteando la aventura espiritual del hombre y no abandona la idea de seguir publicando sus libros. A pedido de un profesor francés ha escrito recientemente un trabajo sobre el pensamiento latinoamericano que pronto aparecerá editado. Es el mayor filósofo de Bolivia y va a cumplir 90 años en el próximo enero.
Nos recibe con extrema amabilidad y no esconde su alegría por conversar con alguien llegado de la patria. La ubicación de su departamento, en el barrio más lujoso de la capital carioca, contrasta con sus muebles antiguos, la gran pila de libros de empaste modesto (seguramente la mayoría bolivianos) y la luz mortecina del ambiente. Muestra unos cuadros de Chagal, que él mismo reproduce a mano para distraerse (“no vaya a creer que tengo habilidades de pintor, es simplemente que me resulta fácil hacerlo, por los colores primarios y los trazos fuertes que este artista utiliza”, nos aclara). Una vez instalados, bebe con nosotros un ron con Coca-cola e inquiere por las cosas de Bolivia. “¿Cómo lo está haciendo el nuevo presidente que esta semana estuvo aquí en el Brasil? ¿Qué ha sido de Paredes Candia… Torres Goitia… Solón Romero… cómo está el padre Juan Quirós?…”
Excepto por una pequeña molestia asmática, refiere que se encuentra bien de salud pero que de todas maneras, “por el momento”, no tiene planes de viajar a Bolivia. “Probablemente cumpla aquí mis 90 años…”. Entonces tendría que organizarse desde Bolivia una peregrinación aquí para esa fecha, le digo. “No creo que valga la pena una cosa así”, responde y cambia prestamente de tema.
“En Sucre pasé gran parte de mi vida… allí estudié, allí escribí las cosas más importantes que he publicado… mantengo el amor y el cariño que un hijo tiene por la madre tierra… Me encanta la ciudad y soy un admirador de sus personalidades, de sus hombres y de su historia que es muy rica, ¿no?”. Tal su evocación cuando le motivamos a hablar de su ciudad natal.
Es difícil poner en pocas líneas una vida tan fecunda. Guillermo Francovich fue catedrático y rector de la Universidad San Francisco Xavier. Cumplió diversas funciones diplomáticas. Candidateó a la Vicepresidencia de la República en 1947. Por una década comandó, desde La Habana, la sección para el hemisferio occidental de la unesco. Sus obras de teatro lo consagran como a un excelente dramaturgo. Pero, por encima de todo, es un filósofo, como él se reconoce a sí mismo. Un pensador. Un historiador de las ideas. Basta iniciar una conversación con él para verificarlo.
Don Guillermo, en Bolivia, cuando se pregunta por el nombre de un filósofo representativo del país, se lo nombra generalmente a usted. ¿Es esto exacto, la filosofía ha sido su actividad más sobresaliente?
Comenzaré por decirle que el trabajo que va a aparecer en Francia, en el volumen sobre el pensamiento latinoamericano, trata no solamente de filosofía, yo he querido hacer algo así como un esbozo de la actividad intelectual y de las preocupaciones actuales de América Latina. Allí yo hablo del tema de la creación de una filosofía latinoamericana. Y no es que no haya existido. Hubo una filosofía latinoamericana vigorosa, tan vigorosa que fue la creadora de la independencia. Las universidades enseñaban en la Colonia la filosofía de Santo Tomás, pero ¡cosa muy importante! daban a los alumnos preparación para pensar. Y ellos pensaron. Supieron evadirse del campo académico escolástico para entrar en el conocimiento del pensamiento de la época y de ese modo esos jóvenes fueron influidos por el enciclopedismo. Ese pensamiento creó los dirigentes y la orientación hacia la democracia representativa que ha caracterizado a la América Latina. No hubo problemas en cuanto a esto, porque había ya un espíritu creado por la universidad, elaborado por los jóvenes de ese tiempo de acuerdo con las necesidades de la época. Antes que otros países coloniales del mundo, América Latina se liberó hace casi ya dos siglos. América Latina es libre, independiente y democrática porque un pensamiento universitario le dio capacidad para ello.
Cuando estuvieron en Chuquisaca, Bolívar y su maestro Simón Rodríguez dieron las bases para la nueva educación republicana, con una mentalidad completamente revolucionaria para la época, una mentalidad enciclopedista; la escolástica había sido vencida. Ese antecedente histórico hace que nosotros debamos en gran parte la existencia de nuestros países a ese influjo. Y ocurrió que con las medidas adoptadas por Bolívar y su maestro Rodríguez, la filosofía pasó a ser una disciplina de los colegios, los estudiantes debían estudiarla, es decir, pasaban a repetir el texto de algún profesor francés que estaba de moda. Esa posición de antifilosofía se generalizó en el país, de modo que durante toda la época republicana no hemos tenido una filosofía sino que la hemos recibido de afuera, la hemos aprendido de memoria. Todos los que pensaban en esa época, y quizá hasta ahora realmente, no eran autodidactas. Leían libros, los aprendían y los repetían. No hubo en la época republicana una formación filosófica auténtica, creada por la discusión y por el estudio.
Yo escribí una vez en Pachamama, una reflexión sobre el porvenir de la cultura, que estamos completamente a merced de las ideas de otros países. No podemos seguir así. Tenemos que crear.
¿Se confirma entonces el sentido de mi pregunta, es usted fundamentalmente un pensador, un filósofo?
Bueno. Yo creo que sí. Desde hace unos 20 ó 30 años ha ido naciendo una tendencia que está influyendo en el pensamiento latinoamericano, en uno de los temas más importantes y más serios: llegar a crear un pensar activo, efectivo y en lo posible autónomo (en lo posible, porque no puede serlo completamente, la filosofía no es algo que se pueda inventar así, de repente).
Yo creo que he contribuido a esa corriente con mis estudios sobre el pensamiento político boliviano. Y, claro, estos aportes están asociados a la labor que han venido haciendo muchos otros pensadores latinoamericanos en los últimos años. La consecuencia es, probablemente, yo diría un renacimiento filosófico en América Latina que mucha falta nos está haciendo. Recuerdo que cuando yo vine acá y preparaba el libro sobre la filosofía en Bolivia, allá por el año… ya no me acuerdo… el hecho es que no se sabía que había el hábito de pensar, todos se quedaban admirados de que yo hablase de filosofía latinoamericana y, más aún, boliviana.
¿Su adhesión al pensamiento de Pascal no contradice esto de crear una filosofía latinoamericana?
Es evidente que yo tengo mucho interés por Pascal desde el punto de vista filosófico. He publicado tres o cuatro ensayos, estudiando su pensamiento. Pero no soy un pascaliano, Pascal es un hombre del Siglo xvii y estamos en el Siglo xx. Sin embargo, a pesar de estar tan lejos en el tiempo, Pascal está, a mi juicio, también muy cerca de nosotros. Tiene una filosofía de los valores que yo profeso. En mi libro Ensayos Pascalianos propongo nada menos que una interpretación del pensamiento de Pascal. En las notas desorganizadas y dispersas que él reunió con el propósito de elaborar una apología del Cristianismo hay tres posibilidades que se vinculan con el pensamiento de nuestro tiempo, lo que él llamaba los tres órdenes: la sensibilidad de la vida, la razón y, por encima de todo, el amor.
Pascal era en cierto modo un escéptico, dudaba de la importancia de la razón. Los elementos que tenemos en nosotros nos conducen a la necesidad de superar las realidades cotidianas, limitadas y sencillas, para aspirar a una existencia superior, trascendente. Desde que comenzamos a pensar tenemos una aspiración a Dios, a la divinidad. Él tenía una famosa frase: “si me buscas, me has encontrado ya”.
¿En ese mismo sentido se puede hablar de los mitos? un tema del que también usted se ha ocupado mucho…
En mi libro Los mitos profundos de Bolivia comienzo diciendo que hasta unos años antes, yo había escrito sólo sobre la parte, diremos, intelectual, lógica, racional, del pensamiento humano. Pero me di cuenta después que, además de esa parte racional, hay un otro pensamiento, que tiene sus fuentes, sus raíces, en la vida misma de los pueblos y de los hombres. Vivimos a veces orientados por mitos de gran trascendencia y eficacia en la historia. Creo que ése es un tema que debe ser estudiado y yo me propuse hacer conocer cómo en la historia de Bolivia hay periodos en los cuales un mito determinado domina.
En el primer período, nosotros estamos influenciados por la mitología de la tierra. La “mística de la tierra” era la fuerza intelectual, animadora…
¿Se expresaría esto en la Pachamama, don Guillermo?
Sí, naturalmente, la Pachamama. Si usted lee mi libro que se llama precisamente así, verá que me acerco a esa idea, aunque todavía yo no logro concretarla, porque en esa época no lo comprendía bien (Pachamama Diálogo sobre el porvenir de la cultura en Bolivia, 1942, csg).
El segundo período de nuestra historia desde el punto de vista mítico es el de la influencia del Cerro de Potosí. Constituye una parte del mito de El Dorado y pertenece a esa categoría de acontecimientos que atraen a grandes masas por una determinada riqueza. Y es algo muy importante que ha dejado profunda huella. Los bolivianos vivíamos para las minas, hasta no hace mucho, digamos. Cuando el Presidente firmaba el decreto de la nacionalización, ¿sabe usted lo que dijo? Pues que ahora tendremos la independencia de Bolivia, de ahora en adelante vamos a vivir dichosos… no eran mentiras, no era una invención, era el mito que se manifestaba, era el anhelo de la riqueza rápida que marcaba a todos los bolivianos.
Finalmente, otro mito que yo considero importante en la historia del país es aquel que surgió en la Guerra de la Independencia. Se tenía odio a la Colonia, lógicamente, se había luchado durante 16 años, la gente había sufrido las consecuencias de la desigualdad económica, pero esto engendró el mito de que la revolución puede resolverlo todo. Este mito se extendió en todo el siglo xix y también en el xx. Yo mismo lo viví y pensé así en una época.
Estos tres grandes mitos son suficientes para demostrar cómo no solamente la actividad racional, científica, actúa en los acontecimientos históricos, sino también las posiciones vitales que los pueblos adoptan en determinadas épocas. Un especialista en este tema dice que los mitos son importantes porque son “transhistóricos”, actúan y contribuyen a hacer la historia de los pueblos.
Otro ejemplo es el del cristianismo, producto del mito cristiano. No se puede negar que es un gran mito religioso, respetable, todo lo que se quiera, pero no es una filosofía, es un pensamiento que tiene orígenes no enteramente racionales y que sin embargo ha modificado el destino del mundo y ha permitido el nacimiento de la cultura occidental.
A propósito, ¿qué opina usted de la Teología de la Liberación?
Yo no soy católico, infelizmente. Lo fui y muy fervoroso, hasta que salí del colegio, y cuando fui a la universidad cambié y he acabado por ser un filósofo, si usted quiere, aficionado a la filosofía de los valores. La Teología de la Liberación, inspirada en el ii Concilio Vaticano, ha sido mutilada en su esencia, pasó de ser una teología cristiana a ser una teología marxista. La verdadera Teología de la Liberación, la que fue creada por los católicos de América Latina, es la que corresponde al espíritu del cristianismo, propone un amor preferencial por todos los hombres, no solamente por los pobres. Es una filosofía que edifica, que no quiere forzar a los hombres, incita a servir con amor. Por lo tanto, no es una revolución la que se propone hacer, sino más bien una transformación religiosa de fondo, que es la aproximación a Cristo, que según ellos es la expresión del amor. Esa teoría yo la considero muy interesante, muy característica de nuestros tiempos y ha tenido mucha divulgación en América Latina. Aunque ha sufrido una suerte de usurpación política, en el fondo esa teología aspira a la civilización del amor como objetivo de nuestro tiempo y ahí la coincidencia con la filosofía pascaliana, qué formidable, ¿no?
A esos elementos que ha señalado como vertientes del pensamiento latinoamericano, ¿podría agregarse el pensamiento marxista que tuvo y tiene una destacada influencia?
Claro que el marxismo es una fuerza intelectual que ha tenido una atracción terrible. Ha sido una de las fuerzas totalitarias más vigorosas que ha entusiasmado a la mayor parte del mundo. Pero no se puede negar que ha conducido a transformaciones que, cuando se ha dado un poco de libertad a los hombres, se han desmoronado como castillos de arena. Ni siquiera ha habido resistencia, nadie ha dicho nada, porque se sabe que por encima de los intereses económicos, mal administrados o mal perseguidos, está la libertad del hombre, el ser humano con su capacidad de creación y libertad.
Creo que estamos viviendo un período especial de la humanidad. No quiere decir que no vamos a tener problemas y conflictos. Siempre he pensado que en la humanidad se presentan dos tendencias temperamentales. Una tendencia que nos lleva a la aventura, al desorden y a la novedad, que produce grandes accidentes, pero que también produce muchas renovaciones en el mundo. Y, de otro lado, está la tendencia que yo denomino del hombre constructor, que mira el futuro y trabaja para transformarlo en beneficio de los hombres. Tirso de Molina ha pintado muy bien ambos personajes en dos de sus famosas piezas: a uno en El burlador de Sevilla y al otro en Condenado por desconfiado. Siempre existieron y existirán esas dos tendencias en la historia. El futuro de la humanidad no puede simplificarse en el triunfo de una o de la otra. El futuro debemos hacerlo cada día, es lo que yo aprendí cuando era un muchacho, con esfuerzo y con la conciencia de la propia libertad, además con la energía necesaria para sustentar esa libertad.
A raíz del fracaso de las experiencias socialistas, que se han derrumbado, al decir de usted, como “un castillo de arena”, se discute ahora las concepciones fundamentales del marxismo. ¿A su juicio, qué es lo que el pensamiento de Marx aportó a este siglo xx próximo a concluir?
Es indiscutible que las ideas de Marx son el resultado del estudio de los problemas económicos a los que él se consagró. Nos han venido a mostrar precisamente la importancia del factor económico para la existencia humana. Se tenían nociones más o menos generales sobre eso, nadie ignoraba que el trabajo de los pueblos y la creación de la riqueza se hacen sobre la base de una producción creadora que caracteriza después a las instituciones. Esos descubrimientos Marx los utilizó muy bien. Pero en el fondo lo que caracteriza realmente al marxismo no es esa posición científica que ha tenido vagamente, sino el llamado a la revolución. Ésa es su esencia. Y ella ha creado en la historia de los últimos años esos grandes totalitarismos en los que hemos estado viviendo.
Hoy mismo se tiene que seguir estudiando el factor económico en toda su trascendencia, con todos sus efectos, pero sin olvidar que eso no es todo lo que el hombre puede hacer, que el hombre debe luchar contra las dificultades, vencer los obstáculos que se le presenten, vencerse a sí mismo, imponer su propia conciencia moral, la de la justicia y la de los grandes valores humanos.
Los marxistas rescataríamos por lo menos el hecho de que el marxismo encarna esa aspiración humana a la justicia social, la “utopía” por la igualdad y muchos otros valores, aunque ciertas prácticas políticas a nombre del marxismo se hayan contrapuesto a esos principios…
Los fundamentos realmente científicos, los fundamentos que se observan en el mundo económico, tienen su validez, no hay nada que hacer. Pero a mi modo de ver esos elementos no son los decisivos en el futuro del mundo, en el futuro de los hombres. El hecho de que el marxismo se haya derrumbado no quiere decir que no surjan otras posibilidades de reacciones agresivas… estamos viendo ahora lo que pasa en el Medio Oriente. Optimísticamente no se puede creer que deje de existir la necesidad de renovación de los pueblos… esa necesidad de luchar por el futuro permanece. Hay que actualizarla, hay que aprovechar los errores cometidos en el pasado. El Tercer Mundo era marxista, ¿no?… Pero era una lucha puramente política con pretextos económicos… sería cuestión de hablar con más detenimiento sobre esto… pero yo creo que la “guerra fría” ha desaparecido en la forma que vino existiendo hasta hace poco. Podemos esperar un nuevo período de la humanidad, con nuevos progresos, con nuevas instituciones, también con los problemas que podemos imaginar, pero con posibilidades de mejoría mayores cada vez…
Sin embargo, los desequilibrios sociales, las injusticias que el marxismo ha criticado, persisten. ¿Cómo ve usted esta situación?
Como le dije, la Teología de la Liberación, de la que hablábamos, tiene como base de su actividad una preferencia por los pobres, eso es auténtico, hay evidentemente esa tendencia a apreciar al hombre sin recursos, a los que no tienen posibilidades para mantenerse en su vida. Y esos problemas existirán mientras no se consiga la renovación del mundo. Pero esto se puede conseguir en los tiempos futuros, la ciencia y la técnica han avanzado bastante como para que los pueblos puedan producir ellos mismos los recursos necesarios para poderse sustentar. No es posible la existencia de esa miseria desesperante que ha venido habiendo en el mundo. En el futuro los pueblos, todos los pueblos de todas las regiones, pueden tener una vida razonable y justa. Esto es posible, aunque no quiero decir que los problemas desaparezcan, porque hay causas que no podemos prever de inmediato… pero que se deben a que en la humanidad hay esa doble tendencia a la que nos referíamos…
El desarrollo científico-tecnológico ha creado, no obstante, riesgos de sobrevivencia al propio planeta, situación que se va convirtiendo en una preocupación fundamental para el género humano…
El problema existe, no se lo puede negar. El hombre es desprevenido, descuidado y se aprovecha de las circunstancias; cuando no es forzado a ello, no le importa que se gaste el ozono o que se vaya perdiendo inclusive el oxígeno. Pero felizmente la humanidad está en un período en el cual ya hay una conciencia bastante seria y equilibrada en esta materia y los esfuerzos de conservación que van haciendo los países han de poder subsanar los problemas, sustituir los elementos perniciosos y los factores destructivos.
Hace más de 40 años yo escribí un artículo, creo que se publicó en La Razón, sobre ese tema ahora tan actual de la ecología, de cómo los hombres van derrochando los recursos que le presenta la naturaleza y no se dan cuenta que destruyen las posibilidades futuras… era un comentario sobre un libro que fue bestseller en los Estados Unidos en ese tiempo.
Pasando a otros temas, don Guillermo, usted está físicamente alejado de Bolivia desde hace muchos años… ¿cómo ve el desarrollo cultural del país y cómo se lo percibe aquí en Brasil?
Bueno, el problema de la difusión de nuestra cultura es bastante difícil, porque no tenemos recursos suficientes para poder publicar obras que circulen fuera… Casi no circulan las obras de autores bolivianos. En el propio país, las ediciones son pequeñas y a veces uno tiene que hacerlas por su propia cuenta, ediciones de 1.000 ó 2.000 ejemplares que a veces se quedan guardados. Entonces, esto tendría que ser objeto de un plan organizado que permita avanzar, aunque no hay que ser demasiado optimista. Hay posibilidades, porque América Latina ha llegado a tener en el último tiempo una importancia intelectual muy grande, ha creado un verdadero boom en literatura, hay grandes escritores, cuyo valor es indiscutible. Las posibilidades de Bolivia pasan por las de América Latina en general y son grandes. Es cuestión de organización de perseverancia y de paciencia.
Asocia usted la idea de cultura por lo general al libro, pero hay fenómenos como el de la Tv y la radio que están desplazándolo, ¿cómo ve esto en Brasil, país que cautiva al mundo con sus telenovelas?
Realmente es una fuerza muy grande la TV, atrayente, fascinante, no hay quién deje de asistir a sus exhibiciones… yo creo que esto ha de seguir, pero el libro seguirá siendo la base de la creación y de la vida del pensamiento humano. Indiscutiblemente. Porque el libro condensa, el libro resume, el libro presenta en su equilibrio verdadero las ideas que actúan en la cultura. Y la cultura no es sólo una actividad, digamos, intelectual, sino que por su naturaleza es la realización por los hombres, de los distintos valores humanos. Tenemos una cultura en la medida en que podemos realizar efectivamente los valores morales y nos familiarizamos con los valores artísticos y naturalmente con los conocimientos científicos. Y en este campo las actividades humanas van creciendo continuamente y también mejorando la cultura en general de la humanidad. Para mí la cultura es un aspecto que se relaciona con el conjunto de la vida espiritual de los pueblos.
La conversación podría prolongarse hasta el amanecer. Don Guillermo Francovich no muestra signos de cansancio. Los apurados somos nosotros, pues antes de las cinco de la mañana debemos estar en camino al aeropuerto. Intentamos algunas preguntas cortantes para ponerle algo de “imagen” a la conversación, pero no resulta. Nuestro entrevistado es reflexivo por naturaleza.
—Un filósofo que haya marcado el siglo con su nombre?
—Hubo muchos… un Sartre tal vez, pero no, era muy político; la verdad es que no encuentro una personalidad a la medida de un Goethe, o de un Pascal, no le podría dar nombres así, improvisadamente, sobre los pensadores de este siglo.
—¿Autores en general de América Latina?
—Los que hicieron el boom, citaría a García Márquez, Vargas Llosa y también, por supuesto, a Borges”.
—¿De los nuestros?
—Pues yo admiro a varios de ellos, están citados en mis obras sobre el pensamiento boliviano, creo que hay un mundo de gente que no sabemos apreciar como deberíamos, no estudiamos sus obras y no las divulgamos especialmente entre los jóvenes.
En filosofía simpatizo con h.c.f. Mansilla, principalmente, pero hay muchos otros que no le puedo citar en este momento… Una personalidad que me parece deberíamos valorizar mejor es Marina Núñez del Prado, tiene esculturas de una profundidad y belleza excepcionales… Yo estimo mucho a todos, pero no quisiera hacer una enumeración…
Nos queda la sensación de haber conversado con una de las personalidades más sobresalientes que en este siglo ha dado nuestro país en el campo de las ideas.
Sus puntos de vista pueden ser refutados o criticados, podemos no estar de acuerdo con su idealismo pascaliano, o con su manera peculiar de apreciar el marxismo. Pero de ninguna manera podemos ignorar a quien con tanta agudeza y profundidad ha intentado penetrar en los meandros y las virtudes del espíritu boliviano.
En homenaje a sus próximos 90 años, las universidades, los colegios, las instituciones culturales y medios de difusión debieran hacer una verdadera peregrinación, sí, hacia sus obras. Ojalá que esta entrevista fuera un modesto prólogo para ese recorrido que nos parece obligado.
[Fuente: Carlos Soria Galvarro. “Francovich: ‘No podemos seguir a merced de otros, tenemos que crear’.» Presencia Literaria (La Paz), 30 de septiembre y 7 de octubre de 1990. También en Recuentos. La Paz: Editorial Plural, 2002, pp. 210-223.]