Soy fanático de los libros y la lectura. Debo suponer que por eso la Embajada de Bolivia en Cuba aprovechó mi presencia en la isla para auspiciar una conferencia en el marco de la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana, precisamente sobre la lectura y la producción bibliográfica boliviana en el último decenio. De mis apuntes para esa charla rescato solo un listado de lo que dije, dejando para otro momento la tarea de desarrollar por escrito y de forma más detallada las ideas que expuse.
Partí del hecho evidente de que el analfabetismo se redujo considerablemente mediante las campañas realizadas y otras que están en curso. Mencioné los avances de la normalización de los principales idiomas nativos, aspecto que debería reflejarse en el incremento de la producción escrita. Me referí a la intensa producción de libros por parte de las instituciones estatales (misión antes casi exclusiva de las ONG), destacando como ejemplos el incuestionable éxito de El libro del mar; la primera edición oficial de Warisata: la escuela ayllu, el conmovedor testimonio de Elizardo Pérez; la publicación de la colección de las 15 novelas bolivianas más importantes por el Ministerio de Culturas, y la Colección Biblioteca 50 años de ENTEL.
Como no podía ser de otra manera hablé de la Ley del Libro Óscar Alfaro y de lo que significó para mí haber conocido al escritor chapaco cuando venía a la puerta de la escuela a vender sus libritos de cuentos y poesías. Dije que correspondía evaluar los resultados de esta ley y quizá hacerle los ajustes que correspondan, especialmente en lo referido a las obligaciones de las distintas instancias del Estado para formar bibliotecas y promover la lectura. Asimismo, sopesar los efectos del alivio de las cargas tributarias a la producción de libros.
Mencioné que a simple vista, sin entrar en análisis estadísticos, se advierte la existencia de una floreciente industria editorial privada, sobre todo en Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, aspecto corroborado, además, por las exitosas ferias anuales del libro que se realizan en varias capitales.
Puse énfasis en explicar el proyecto de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia impulsado desde la Vicepresidencia, con sus 200 títulos ya aprobados mediante mecanismos ampliamente participativos de consulta y de toma final de decisiones. Anuncié que los dos primeros volúmenes ya habían sido publicados en medio de una gran acogida del público, especialmente de los jóvenes. Residentes bolivianos comentaron luego de la conferencia que recibieron la noticia sobre este proyecto con sorpresa, pues no sabían nada de su existencia; quizá está faltando al respecto mayor divulgación.
Dije que sin ser especialista en literatura podía sentir que estaba en curso una transición o recambio generacional de escritores, cuya expresión más notable es el reciente reconocimiento a Magela Baudoin con el premio García Márquez de cuento.
Por último, sin menoscabar los avances y logros, mencioné los inmensos desafíos que tenemos por delante. Hice hincapié en el carácter esporádico y disperso de los esfuerzos que se realizan. Campañas aisladas y eventuales, incapaces de entusiasmar y movilizar a la gente. Escasa reflexión y pocas acciones para combinar la producción tradicional impresa con las nuevas tecnologías, lo cual deriva en una débil presencia de textos bolivianos en internet.Reclamé mayor articulación para canalizar la participación y desarrollar iniciativas conjuntas, en fin, muchísimas acciones que se podrían hacer y no se hacen, a pesar de las condiciones favorables existentes.