Tiempos hubo en que los trabajadores de la prensa jugaban un importantísimo papel en el conjunto del movimiento popular boliviano, sobre todo en las tareas de esclarecimiento y la formación de conciencia en torno a los grandes temas nacionales. Dos de esos grandes temas estuvieron preponderantemente en la agenda periodística: la defensa de los recursos naturales, principal afluente para la formación de una conciencia patriótica y la lucha contra las dictaduras y sus resabios, así como contra nuevos brotes autoritarios surgidos en democracia. ¿Que esto significaba y significa asumir una posición política? ¡Claro que sí! En los mejores términos, lejos de la politiquería barata y los espectáculos circenses que, como en el caso de la Gobernación de La Paz, ofrecen estos días los políticos.
Asombra y duele que algunos colegas de las nuevas generaciones, cargados de títulos académicos y de pronto convertidos en “analistas”, arrojen por la borda esa loable tradición de luchas y, a título de apolíticos, escondan sus verdaderas posiciones no precisamente muy democráticas y menos patrióticas. Y este fenómeno se acrecienta por el extremo debilitamiento, casi dispersión, de las organizaciones sindicales y profesionales de la prensa en todos los niveles. ¿Están desapareciendo los espacios de reflexión y debate que, además, canalizan demandas y preocupaciones laborales? ¿Es dable imaginar a muchos jóvenes, varones y mujeres, trabajando aislados, atenazados por la inseguridad, la soledad y el miedo?
No es la hora de lamentaciones. Al contrario, con el optimismo que resta destacamos una importante creación del gremio: el Código Nacional de Ética Periodística, en torno del cual funciona un mecanismo de autorregulación que incluye un Tribunal y un Consejo Nacional que lo sustentan. Todo esto arrancó en 2009, pero después de un largo proceso de maduración, de intensos debates y construcción de consensos que involucraron a trabajadores de la prensa (sindicatos, federaciones y Confederación), asociaciones profesionales de periodistas (departamentales y la nacional ANPB), asociación de radioemisoras (Asbora), entidades de investigación académica y también agrupaciones empresariales (dueños de medios), aunque estos últimos muy pronto abandonaron la iniciativa y formaron su propio tribunal de honor exclusivo a cargo de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), situación que por similitud de siglas suele ocasionar confusiones. Para evitarlas, he aquí el Preámbulo:
“Este Código —que será aplicado por el Tribunal Nacional de Ética— recoge principios universalmente reconocidos para la autorregulación y el ejercicio ético del periodismo y buscará garantizar el derecho a la información y a la comunicación, …reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art. 19), en la Convención Americana de Derechos Humanos (Art. 13) y en la Constitución Política del Estado de Bolivia (Art. 21 numerales 3, 5, 6; Art. 106 y Art. 107)”.
Luego vienen los cuatro Fundamentos y en una docena de incisos se establece lo que DEBEN HACER quienes tengan responsabilidades en el trabajo informativo y en otros ocho se apunta lo que ellos NO DEBEN HACER.
En sus respectivos acápites están el derecho a réplica y a rectificación, la cláusula de conciencia y el referido al funcionamiento del Tribunal Nacional de Ética Periodística (TNÉP), organismo constituido por personalidades representativas de la sociedad civil y connotados periodistas. El TNÉP funciona hace más de 10 años y emitió numerosos e importantes fallos. Al igual que muchas instituciones tiene actualmente dificultades, no solo por la pandemia, sino también por el inesperado fallecimiento, poco antes, de su última presidenta, la periodista Sandra Aliaga. Sin embargo, todos aguardamos que la pronta reactivación del TNÉP contribuya nuevamente a darle un norte al quehacer periodístico.
Carlos Soria Galvarro es periodista.