Un pueblo que lee es un pueblo constructor de pensamiento crítico, un promotor de utopías. Un pueblo que conoce su historia y se apropia de ella se sentirá orgulloso de sus raíces. La lectura socializa, comparte experiencias e informaciones”. Así es como define su ideario la Brigada para Leer en Libertad, una asociación civil mexicana constituida por un grupo de activistas inspirados e impulsados por Paco Ignacio Taibo II, escritor, periodista y activista mexicano de origen español que desarrolla varios proyectos a ambos lados del Atlántico. La idea central de la Brigada es sacar los libros a la calle, hacerlos accesibles a la gente común, no solo abaratando los precios o regalándolos sino también promoviendo debates, conferencias, presentaciones y una interminable lista de actividades entretenidas que van desde juegos y divertimientos infantiles hasta concursos, conciertos musicales y subastas de libros.
Estuvimos en una de las 20 ferias que realiza anualmente la Brigada, la cuarta en Texcoco, población de unos 200.000 habitantes cercana al enjambre del Distrito Federal (DF), que precisamente estos días dejó atrás su conocido nombre para transformarse oficialmente en Ciudad de México (CDMX). Texcoco es un municipio que ha conservado su identidad local, heredada de los señoríos chichimecas que tuvieron como su máximo exponente al rey-poeta Nezahualcoyotl. También en el siglo XVI el conquistador español Hernán Cortés hizo de Texcoco su base de operaciones para dominar todo el valle mexicano y —conjuntamente en Tenochtitlán, Xochimilco y Tacuba— erigir las bases de la Nueva España. Dos eventos históricos que han dejado una impronta que persiste en la ciudad actual.Aspecto sobresaliente de esta denominada IV Feria Internacional del Libro fue la renovada alianza de la Brigada con las autoridades municipales. Eso permitió desarrollar un intenso programa de más de 200 actividades en cinco agitados días, del 27 al 31 de enero. La clave para el éxito resulta de la articulación que la Brigada consigue entre empresas editoras, escritores, artistas, autoridades locales, investigadores académicos y cuanta institución o persona esté dispuesta a colaborar con la promoción de la lectura. Desde luego, los actores involucrados serán diferentes según el lugar de que se trate, sea la céntrica plaza del Zócalo, el Paseo de la Reforma o una ciudad alejada del centro como Texcoco. A propósito: en la feria de octubre pasado, en el Zócalo, el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, fue un notable invitado.
La aguerrida Brigada de Taibo y sus secuaces acaba de cumplir seis años de vida y no ha dejado de crecer. Los libros vendidos a bajos precios en ese tiempo suman 6 millones y los editados para distribución gratuita pasan del millón. Pero ojo, no se regalan libros a los simples transeúntes, sino solo a las personas que toman parte en las presentaciones dialogadas. En 2015 participaron en sus actividades feriales más de 200.000 personas, sin contar a las que siguen las transmisiones en vivo por internet.
El toque internacional en esta ocasión lo dio la presencia de dos escritores españoles y un boliviano. Fermín Goñi acudió a comentar su novela histórica sobre los entretelones de la conspiración golpista que inició la guerra civil española; Alfonso Mateo-Sagasta, con su trabajo sobre los presuntos plagios de Don Quijote; y quien esto escribe, con la edición compendiada de algunas historias sobre el Che. Este autor todavía siente acalambrado el brazo derecho por la cantidad inmensa de libros que tuvo que firmar luego de un encendido y ameno diálogo con Taibo, frente a más de medio millar de personas.
En ese marco popular le preguntaron al anfitrión del evento: “¿No dicen acaso que el libro está en crisis y tiende a desaparecer?” Su respuesta: “Que no chinguen, las nuevas tecnologías no reemplazan al libro; lo complementan, enriquecen y acompañan, pero no lo sustituyen. Y menos a la lectura, que es una herramienta humana fundamental”.
En la Bolivia de hoy están faltando iniciativas más dinámicas, persistentes y sostenidas para promover la placentera y útil costumbre de leer. Hay acciones esporádicas y aisladas, incluso una Ley del Libro que se conoce poco y se aplica menos. Órale pues, hagamos algo, pronto y entre todos.
(*) Carlos Soria Galvarro es periodista.