La Razón, Animal Político (Edición Impresa) / Articulo publicado el 19 de abril de 2015
¿Puede alguien en su sano juicio negar el rol de América Latina en la ‘acumulación originaria’ que permitió el afianzamiento del sistema capitalista mundial? ¿Cuál de los relatos de Galeano en Las venas… sobre el destino de nuestros recursos naturales ha sido desmentido? Me atrevo a decir que ninguno.
La obra escrita de Eduardo Galeano tiene dimensiones universales, por su contenido aborda esencialmente temas latinoamericanos, sin eludir los aspectos mundiales relevantes, aunque siempre mirados desde América Latina. Y también por su forma, sobrepasando géneros y disciplinas, amalgamando periodismo, historia y literatura, llegó a construir una prosa poética subyugante y conmovedora que cautiva la mente y el corazón de millones de lectores, entre otras razones por la permanente apelación a la memoria histórica y por su notable capacidad de síntesis, su maestría para transmitir datos, situaciones reales y pensamientos profundos con una notable economía de palabras.
Galeano rechazó el falso objetivismo, no solo tomó partido sino que convocó a la acción por las causas más nobles como el respeto recíproco entre pueblos y culturas, la democracia genuina, la paz, la equidad social y la protección de la naturaleza de la que formamos parte como género humano. Esta acción comprometida y militante por transformaciones revolucionarias presupone una irrenunciable defensa de la libertad, el rechazo al dogmatismo sectario, y una ineludible actitud crítica hacia los poderes omnímodos, sean cuales fuesen, como en la práctica lo demostró Galeano a lo largo de su vida.
Sus libros se han editado en centenares de ocasiones y circulan en alrededor de 20 idiomas. De ellos, los más conocidos e influyentes son, sin duda, Las venas abiertas de América Latina aparecido en 1971 y los tres tomos de Memoria del fuego, publicados entre 1982 y 1986.
Las venas… en el ojo de la tormenta.
Resulta difícil exagerar la importancia de este libro en la formación de una conciencia y una identidad latinoamericana y en el conocimiento certero de nuestro continente en distintas latitudes. Más de dos generaciones de latinoamericanos hemos aprendido a pensar y a sentir nuestros problemas a partir de su apasionante lectura.
Se dice que el libro ha quedado obsoleto y se han desfasado sus datos estadísticos. Es natural, no en vano han transcurrido más de 40 años y se han producido cambios significativos. ¿Que el mundo ya no es el mismo que inspiró la pluma de Galeano? Es obvio, la realidad de hoy es muy distinta. Pero, ¿puede alguien en su sano juicio negar el rol de América Latina en la “acumulación originaria” que permitió el afianzamiento del sistema capitalista mundial? ¿Cuál de los relatos magistrales de Galeano sobre el destino de nuestros recursos naturales ha sido desmentido por investigaciones contundentes y creíbles? Me atrevo a decir que ninguno.
Por el contrario, constataciones esenciales y tendencias señaladas en este libro se han confirmado en la nueva realidad. El “fundamentalismo del mercado” y el “secuestro de la democracia” por parte de grupos minoritarios de privilegiados han disparado la desigualdad a niveles descomunales. En 2014 las 85 personas más ricas del planeta poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad.
Como jamás pudieron refutar a Galeano, sus críticos más mordaces se dedicaron a denostarlo o tergiversarlo. En lo fundamental reemplazaron los argumentos por los insultos o se dedicaron a contradecir generalizaciones sacadas de contexto que Galeano estaba muy lejos de sostener, como esa de que hubiese preconizado el odio hacia los pueblos del norte industrializado o haber ignorado en absoluto las causas internas del atraso y el subdesarrollo de América Latina. La serie del “perfecto idiota latinoamericano”, propiciada por un Vargas Llosa renegado, resentido y desairado, además de retratar desde el título a sus autores, ha sido incapaz de hacerle sombra al autor uruguayo.
Vale la pena recordar a semejantes críticos, adoradores del dios mercado, que la proclamada prosperidad que traerían las recetas neoliberales está más lejos que nunca. Jefrey Sachs, conocido economista que ensayó en Bolivia sus propuestas de “ajuste estructural” lo dice ahora: “… buena parte del actual crecimiento económico no es ni inclusivo ni sostenible. Los ricos se enriquecen aún más, mientras las personas pobres y el planeta pagan el precio”. Por todo ello suena a vulgar estafa la versión echada a rodar por las redes sociales en los últimos días en sentido de que Galeano hubiese renegado de su obra.
Lo que él manifestó en una conferencia en Brasil el pasado año es que efectivamente la realidad cambió. “No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero fue una etapa que, para mí está superada”, dijo, e hizo referencia a la insuficiente preparación que entonces poseía para abordar temas económicos y políticos (tenía menos de 30 años cuando empezó esa obra monumental). Sin embargo, el grueso de la “autocrítica” de Galeano sobre Las venas… radica en su estilo. “Yo no sería capaz de leer el libro de nuevo. Para mí esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima”, afirmó.
Si Galeano se hubiera propuesto y hubiera tenido las condiciones no solamente para actualizar los datos de Las venas… sino también poner ese texto en el estilo que inauguró con Memoria del fuego y que siguió perfeccionando en sus libros posteriores, el resultado habría sido un producto todavía más impactante, menos “pesado” que la versión original y única.
El escritor uruguayo en Bolivia, desde los 70
Galeano tenía un especial aprecio por nuestro país y admiraba a los combativos trabajadores mineros y a los movimientos campesinos e indígenas. Visitó el centro minero de Catavi-Siglo XX en una de sus primeras llegadas a Bolivia en 1970, lo cual le permitió narrar esta vivencia en primera persona, de manera testimonial, en la sección “Los mineros del estaño, por debajo y por encima de la tierra” en el capítulo “Las fuentes subterráneas del poder” de Las venas… Las impresiones recogidas le permitieron publicar en un centenar de páginas Siete imágenes de Bolivia en forma casi simultánea a Las venas…, libro virtualmente desconocido y posiblemente opacado por el resonante éxito del anterior.
Galeano va enriqueciendo y ampliando sus fuentes sobre Bolivia en los sucesivos tomos de Memoria del fuego. En el primero, Los nacimientos, solo están mencionados tres autores bolivianos: Bartolomé Arzáns, Mario Chacón Torres y Gustavo Adolfo Otero. En el segundo, Las caras y las máscaras, entre autores bolivianos o extranjeros que se ocuparon de Bolivia, hay más de una decena: Nataniel Aguirre, Max Daireaux (sobre Melgarejo), Joaquín Gantier, Charles Gedes (biografía de Patiño), José de Mesa y Teresa Gisbert, Herbert Klein, Manfred Kossok, Rigoberto Paredes, Antonio Paredes Candia, Roberto Querejazu y José Santos Tambor Vargas; además, aparecen mencionados en los agradecimientos Mariano Baptista Gumucio y René Zavaleta Mercado. En el tercer tomo, El siglo del viento, llegan a más de una veintena: David Acebey, Federico Aguiló, Sergio Almaraz, Luis Antezana Ergueta, Alcides Arguedas, Baptista Gumucio, Augusto Céspedes, Ramiro Condarco, Che Guevara con su famoso Diario, Daniel Salamanca, Roberto Suárez Gómez (entrevista en El Diario y Hoy) Vásquez Díaz (Bolivia a la hora del Che) y Zavaleta con dos de sus obras. Asimismo, Andrés Soliz Rada figura en los agradecimientos.
Galeano visitó de nuevo Bolivia en la posesión del presidente Evo Morales en 2006 y su última aparición pública en vida fue la visita que éste le hizo en Montevideo, pocos días antes de su muerte.