Sería un milagro que Canal 7 haya conservado el video documental que hicimos sobre estos sucesos.
A principios de año se difundió la información de que entre julio y agosto la Empresa Azucarera de San Buenaventura (EASBA) estaría produciendo 3 millones de litros de alcohol, 300.000 quintales de azúcar y 1.500 megavatios de energía eléctrica. Además, las autoridades admitieron que solo al cabo de unos cuatro años la planta comenzaría a funcionar con toda su capacidad. La información me sonó a propaganda, al mejor estilo de la actual gestión gubernamental. Pero la danza de números me trajo a la memoria un suceso ocurrido hace más de 30 años y digno de ser recordado.
A los pocos meses de recuperada la democracia, las instituciones paceñas capitaneadas por el prefecto Freddy Peñaloza organizaron una caravana compuesta por aproximadamente medio centenar de vehículos para “marchar al norte” y así llamar la atención sobre las necesidades y potencialidades de la región. El Canal 7 (Televisión Boliviana), donde trabajaba entonces, no podía estar ausente, y participé en su representación con gran entusiasmo. Al atardecer del segundo día arribamos a San Buenaventura, luego de atravesar la extensa llanura de Yucumo por caminos muy precarios. Al llegar bordeamos el pueblo beniano de Rurrenabaque, cuya población vio pasar la caravana con cierto aire enigmático, cuya explicación la tendríamos recién unos días más tarde.
Reunida en San Buenaventura, la frondosa delegación experimentó una primera sorpresa. El arquitecto Loayza, presidente de la Corporación Regional de Desarrollo de La Paz (Cordepaz) (designado por el presidente Siles Zuazo), informó que la institución a su cargo en tiempos dictatoriales había contratado y pagado por adelantado a la empresa privada Sermaq para talar la asombrosa cifra de ¡un millón de hectáreas de bosque! Hecho un estudio aerofotogramétrico por la Fuerza Aérea Boliviana, se constató que había realizado menos de la mitad del trabajo, cerca de 400.000 hectáreas. Además, lo había hecho de mala manera, sin dejar franjas de bosque como rompevientos. Daba bronca saber que habían cobrado por un trabajo incompleto y deficiente, pero en el fondo alegraba saber que la destrucción del bosque fue menor de la planificada.
Segunda sorpresa: llegó en un helicóptero don Hernán Siles Zuazo, y en la concentración popular realizada en su honor dio a conocer un decreto supremo por el cual se revertían todas las tierras que alegremente se habían repartido en la zona seguidores militares y civiles de la dictadura, entre estos últimos, familias enteras de militantes falangistas.
La caravana siguió adelante solo hasta Tumupasa, desairando a Ixiamas, cuya población esperaba a la comitiva. El retorno precipitado a San Buenaventura tenía una razón. Los dirigentes cívicos de Rurrenabaque habían decidido bloquear el cruce del río para impedir el regreso de la caravana. ¿Cuál era el motivo? Basados en el informe pormenorizado del arquitecto Loayza, los pobladores de San Buenaventura habían decidido retener los 12 tractores gigantes del Sermaq para exigirle responsabilidades por el incumplimiento del contrato con Cordepaz. Los de Rurrenabaque, en cambio, pedían el paso de dichos tractores hacia la pista aérea local porque la empresa les ofreció transporte gratuito desde La Paz, en cada uno de los 12 vuelos del avión Hércules que vendría a llevarse los 12 tractores, uno por vez.
El implacable bloqueo de los pontones para cruzar el río se levantó al tercer día luego de arduas negociaciones entre los prefectos de La Paz y de Beni, realizadas en “campo neutral”, en una barcaza sobre la mitad del río que separa ambas poblaciones, beniana una y paceña la otra.
Y la sorpresa mayor. A las pocas semanas todas las oficinas y dependencias de Cordepaz amanecieron precintadas porque el Sermaq le había ganado el pleito por “daños y perjuicios” que le había entablado. Sería un milagro que Canal 7 haya conservado el video documental que hicimos sobre estos sucesos. Solo quedan las huellas en la memoria.