¿Quién amenaza a quién?

 12 de abril de 2015

Tendrían que ser demasiado chambones los diplomáticos estadounidenses, y muy desprevenido el presidente Obama, para haber generado por error la frase de que Venezuela es una “inusual y extraordinaria amenaza” para la seguridad nacional de Estados Unidos.

Con vistas a la VII Cumbre de las Américas reunida estos días en Panamá, muy al estilo de muchos de nuestros políticos, tuvieron que sostener que no dijeron lo que dijeron. Primero Ben Rhodes, asesor adjunto de la Casa Blanca en temas de seguridad, dijo que: “Estados Unidos no cree que Venezuela represente una amenaza a nuestra seguridad nacional”. Según este alto funcionario, el término “amenaza” es parte de un lenguaje o formato establecido para formular “órdenes ejecutivas” como la firmada por Obama con relación a Venezuela, y que de ninguna manera pretendían atacar al Gobierno de ese país, como si Estados Unidos no hiciera eso de forma sistemática desde bastante tiempo atrás.

Luego Ricardo Zúñiga, principal asesor de Obama para América Latina, enfatizó que la orden presidencial no se refería a “Venezuela como país”, sino a la “situación” por la que atraviesa, como si ambos aspectos no fueran una y la misma cosa. “No negamos que el lenguaje del texto creó cierta confusión en nuestros socios de la región”, añadió Zúñiga. Continuando el operativo de dorar la píldora y hacer el “sana-sana”, el propio Obama, en su parada en Jamaica rumbo a Panamá, dijo que Venezuela no es una amenaza para Estados Unidos, pero que Estados Unidos tampoco es una amenaza para Venezuela.

No obstante todo lo que se diga y de la abundante retórica efectista desparramada en la Cumbre, no se puede negar la cruda realidad. Hay una sostenida política de injerencia imperial de Estados Unidos en los asuntos internos de un país soberano. Eso significa que, en la práctica, sigue considerando a Latinoamérica como su “patio trasero”. Además, queda en evidencia la doble moral para calificar las presuntas violaciones a los derechos humanos. Cabe preguntar: ¿qué “órdenes ejecutivas” ha emitido Obama sobre regímenes como el de Arabia Saudita y Egipto, por ejemplo, donde se practican asesinatos, torturas y la libertad de expresión está suprimida?

Tampoco se puede olvidar que fueron los gobiernos norteamericanos los que propiciaron el derrocamiento de presidentes democráticos como Allende en Chile (1973), y no solamente alentaron sino que entrenaron y sostuvieron a las peores dictaduras militares en nuestros países. A pesar de las irrefutables evidencias históricas, nunca asumieron oficialmente responsabilidades sobre esa política y menos pidieron las disculpas correspondientes.

Lo nuevo e interesante esta vez es la respuesta de América Latina, unánime en el rechazo, aunque, como es natural, con matices propios en varios países. Esa nueva realidad es la que, en última instancia, está obligando a retroceder en el bloqueo y el aislamiento de Cuba. Sin este paso previo, los aislados en la cumbre de Panamá hubieran sido Obama y Estados Unidos. La acción conjunta y movilizada de nuestros pueblos y gobiernos debiera también obligarles a suspender su política intervencionista y a secundar de veras el proceso de diálogo que impulsa Unasur, en el caso del conflicto interno de Venezuela.