Según algunos biógrafos habría nacido en Santa Cruz de la Sierra, el 30 de noviembre de 1844. Sin embargo, no se tiene aún certeza absoluta, basada en documentos, sobre la fecha y el lugar exactos. Pese a ello, Andrés Ibáñez es considerado como uno de los más importantes próceres que el departamento de Santa Cruz ha brindado a la historia de Bolivia en la segunda mitad del siglo XIX. Se le conoce, admira y respeta especialmente en la capital oriental, no tanto así en el resto de las regiones y departamentos del país. En el centenario de su nacimiento, 1944, mediante una ley se le puso su nombre a la anteriormente llamada provincia Cercado, en cuyo territorio está asentado el núcleo de la ciudad capital, Santa Cruz de la Sierra. Se ha erigido en su memoria en la intersección de varias avenidas importantes un monumento de cuerpo entero de Ibáñez con un rifle al hombro, pieza trabajada por el escultor David Paz Ramos, gestionada por el Comité pro Santa Cruz e inaugurada oficialmente en febrero de 1986.
Como ocurre con frecuencia en muchos casos, sobre la vida y obra de figuras destacadas o sobre acontecimientos sobresalientes, se construyen distintas y a veces contradictorias narrativas. Unas veces inventándole merecimientos, exagerando cualidades o virtudes o haciendo todo lo contrario, apocando personajes y sucesos en los que éstos intervienen. En relación a Ibáñez no podía ser de otra manera, se aprecia su rol histórico según el color del cristal con que se le mira.
Lo que está fuera de duda es que el notable cruceño abrazó con pasión y firmeza la causa de la igualdad social, al parecer impactado por los debates europeos de la época entre socialistas utópicos, anarquistas y otros (no hay evidencia documental de que las ideas de Marx y Engels ya hubiesen llegado por estos lares). Ibáñez condenó las injusticias de toda laya y, cuando le fue posible como autoridad local impuesta por las masas insurrectas, distribuyó las tierras ociosas entre los campesinos, liberó a los pobres de las deudas usureras e impulsó mejoras en la salud y educación de las mayorías. Con tales políticas era normal que Ibáñez y sus seguidores igualitarios se ganaran la animadversión de los potentados locales de la época, quienes no solamente auspiciaron y contribuyeron a la intervención punitiva del poder central — gobierno de Hilarión Daza— sino que aplaudieron y festejaron el aplastamiento sangriento del movimiento igualitario que como es bien cierto, levantó la bandera federal, como una estrategia para no quedar aislados del conjunto del país, contrario al rol secante de la administración central. Andrés Ibáñez junto a siete miembros del grupo dirigente fueron capturados en San Diego, localidad cercana a la frontera con Brasil el 1 de mayo de 1877. Juzgados sumariamente, se los fusiló en el lugar ese mismo día.
Gabriel René Moreno, considerado el “príncipe de las letras bolivianas” y esencial compilador y salvador de la documentación escrita de y sobre Bolivia, calificó el movimiento igualitario como “ideas demagógicas y de odio provenientes del mestizaje insolente que sembraron el pánico durante la sedición del mestizo Ibáñez en 1876”.
Guillermo Lora, en su abundante producción sobre el movimiento obrero y su historia, califica a Ibáñez “como uno de los más importantes de la historia social del siglo XIX y constituye, indiscutiblemente, el antecedente directo del socialismo boliviano”.
Ley autonómica: en los procesos de cambio iniciados en 2006, al parecer pretendiendo enfatizar el matiz autonómico de Ibáñez, se bautizó la Ley 031 de 19 de julio de 2010 como Ley Marco de Autonomías y Descentralización “Andrés Ibáñez”.
Se ha incrementado considerablemente la bibliografía sobre Ibáñez y su movimiento igualitario, incluso se ha hecho una película. Pero no caben réplicas ni comparaciones antojadizas en los críticos momentos actuales. Esito sería.
Carlos Soria Galvarro es periodista.