“El castigo del criminal es una de las primeras necesidades … y es la única garantía del ciudadano, desde que se dejara impune el delito, se abrirían las puertas de la maldad, se multiplicarían los criminales…”
“…. el pérfido opresor… ayudado de seres abyectos, espíritus salvajes y genios malhechores, derrumbaba las sendas de la dignidad, virtud y justicia para sumirnos en las obscuras cavernas de la esclavitud y la miseria… gracias al cielo por haber destruido … a ese abominable monstruo”.
No amigo lector, las frases anteriores no están referidas a Evo Morales Ayma, sino a otros presidentes bolivianos derrocados por la fuerza. Fueron recogidas por Moisés Alcázar en Crónicas parlamentarias poco antes del asesinato y colgamiento de Gualberto Villarroel (1946). El libro hace hincapié en lo que el autor llama en un subtítulo “ensañamiento con el vencido” y que mejor resume el siguiente párrafo: “En todas partes, y especialmente en Bolivia, mientras el hombre dispone del poder es el virtuoso, pues no hay más tremendo delito que ser un caído. Y si los gobiernos no cuidan sus espaldas, no protegen sus retiradas —como se dice en el lenguaje militar— las acusaciones se suceden a las acusaciones, y es, entonces, cuando el furor del odio político estalla incontenible. Nuestra historia muestra ejemplos elocuentes”.
La pregunta obligada es: En la actualidad, ¿el caso de Evo Morales no es otro ejemplo elocuente de eso? Sospecho que sí, y con por lo menos tres agravantes.
Uno, porque el tema está inserto en una campaña electoral en la que parece que todo vale. Dos, por un trasfondo racista, consciente o inconsciente, que impregna ambos extremos de la confrontación.
Y tres, todavía no se sabe a ciencia cierta el impacto real que tendrá en Bolivia el “lavado de cerebros” que se practica por las redes sociales, directamente o con apoyo del poder imperialista; la eliminación por Facebook de sitios falsos creados en Estados Unidos podría ser apenas la punta visible de un gigantesco iceberg que opera en las sombras las 24 horas del día, no hay que olvidar que a Trump y a Bolsonaro esta herramienta les funcionó y les sigue funcionando.
Nuestro amigo Rafael Puente sostiene que ha concluido el ciclo histórico de Evo Morales. ¿Tiene razón? Creemos que en parte sí.
Por lo menos en el sentido que resulta imposible que, en lo personal, Morales tenga una segunda oportunidad como la que tuvo desde 2005 y que dilapidó al emborracharse con el poder, incumplir con parte importante de sus propuestas y a veces actuar totalmente en contra de ellas. Si el “proceso de cambio” o la también llamada “revolución democrática-cultural” van a sobrevivir y recuperarse, será a condición de una rectificación profunda de lo que no se hizo o se hizo mal en la etapa precedente. Y, hablando francamente, no creemos posible una participación sincera de Evo Morales en ningún proceso de rectificación crítica y menos aún, autocrítica.
Lo dicho anteriormente, no nos impide sin embargo, reconocer que con sus luces y sus sombras Morales ocupará un sitial prominente en la historia de este país nuestro.
Y sea cual fuere el resultado de las próximas elecciones, el tema seguirá en la agenda pues es, casi seguro, que sus oponentes intentarán en la Asamblea Legislativa un “juicio de responsabilidades contra Evo Morales Ayma y sus colaboradores”. Para lograrlo necesitan un pliego acusatorio en cuyo proceso de elaboración, sin duda, surgirían debates esclarecedores que pongan de relieve errores, contradicciones, incoherencias, fraudes, violaciones punibles a la Constitución y las leyes. Pero también dejarán ver logros, aciertos, conquistas exitosas y otros aspectos positivos de la gestión de casi 14 años, especialmente en la primera etapa en la que algunos de los actuales acusadores cogobernaron con gran entusiasmo. De ellos queremos ocuparnos la próxima quincena. Hasta entonces.
Carlos Soria Galvarro es periodista.