Ola de conflictos, grandes o pequeños, espontáneos o artificiales, legítimos o truchos. En casi todos ellos aparecen con nitidez, las dos puntas del ovillo. De un lado los núcleos de una derecha recalcitrante y golpista anidada en el comiteísmo cruceño y del otro, el grupo radicaloide arrimado en el magisterio paceño. Resulta notable cómo se lanzan mutuos piropos, miden sus palabras y afinan sus consignas para posibilitar acciones conjuntas. No vale la pena ocuparse de los devaneos y mezquindades de unos y otros, tampoco volver a reafirmar antiguos y nuevos conceptos sobre el consagrado Día Internacional de los Trabajadores. Preferimos retomar un tema candente al que sentimos que no se le está dando la debida atención: el litio.
Uno. Ha llegado el tiempo del llamado “metal blanco”. El futuro del que se hablaba hace tres décadas ya está aquí. El género humano, si quiere salvar el planeta donde habita debe cambiar sus prácticas de consumo, entre ellas principalmente la producción de gases de “efecto invernadero” que genera la quema de combustibles fósiles: hidrocarburos y carbón. Con diferentes ritmos y en condiciones disímiles se está pasando al uso generalizado de la energía eléctrica que a su vez requiere de fuentes renovables de alimentación y, por supuesto, de acumuladores o baterías, tanto y más grandes como las que se usan en los artefactos electrónicos. Hasta ahora nada mejor que el litio para dichos acumuladores de energía.
Dos. Argentina, Chile y Bolivia (con la posible inclusión de Perú) conforman el triángulo sudamericano del litio, poseen las más grandes reservas y el mayor potencial productivo en la región y buscan incrementarlo aceleradamente. México es otro productor importante. Bolivia ha llevado la iniciativa de dar los primeros pasos para constituir una asociación de países productores de litio, a la manera de la OPEP (para el caso del petróleo). También se están produciendo algunos cambios dignos de tomar en cuenta: en México donde AMLO acaba de crear una empresa pública y en Chile, donde se abrió el debate para una mayor participación del Estado, pero manteniendo lo que Boric llama relación “virtuosa entre la empresa pública y la empresa privada”. En ese contexto y conocidas las advertencias del brazo militar del imperialismo (Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, fue muy clara al respecto), cualquier asociación defensiva refuerza el rumbo soberano en el tratamiento del tema y contrarresta las presiones que ya han comenzado a ejecutarse.
Tres. Los precios tienden al ascenso por la demanda creciente, pero dado el vertiginoso desarrollo de las tecnologías y los ingentes recursos que los grandes países invierten en la investigación sobre los recursos energéticos, el auge del litio podría ser relativamente breve (de 20 a 30 años). Por tanto, la cuestión de fondo no es quién tiene más litio en sus yacimientos, sino quién es capaz de extraerlo, procesarlo, aumentar su valor agregado y comercializarlo en el tiempo oportuno, que es ahora.
Cuatro. Hay dos sesgos peligrosos: la ignorancia o estupidez con que se manejan algunos dirigentes “potosinistas” en su afán de rechazar y oponerse a ciegas a cualquier iniciativa que venga del Gobierno central. Pero, también hay que ver con recelo las poses triunfalistas del ámbito oficial, más propaganda que información; y encima, como si estuvieran descubriendo nuevamente la pólvora, hacen hincapié en la nueva tecnología (cuyas bondades están todavía por verse) y silencian lo que hizo el anterior gobierno del MAS con otra tecnología pero con resultados concretos que ya aparecen en el rubro de las exportaciones nacionales, a partir de una planta piloto; tampoco informan cuándo se inaugura la planta de escala industrial ya construida y si se han tomado las medidas necesarias para garantizar su funcionamiento.
Cinco. ¿Qué se hizo en pro del aprovechamiento del litio entre 1990 y 2010? No queda otra, intentaremos averiguarlo. Entonces, ¡hasta la próxima!!
Carlos Soria Galvarro es periodista