El primer ministro de Relaciones Exteriores nombrado por el presidente peruano Pedro Castillo duró apenas 19 días en el cargo. ¿Quién es el personaje que resultó ser el eslabón más débil del esquema gubernamental, fuertemente cuestionado por la derecha tradicional con mayoría parlamentaria, las instancias castrenses y las corporaciones mediáticas?
Se llama Héctor Béjar Rivera, tiene 86 años y un abultado currículo en los campos político y académico. Encabezó proyectos guerrilleros en la década de los 60 del siglo pasado, fue encarcelado durante cinco años, amnistiado por el gobierno militar progresista de Juan Velasco Alvarado, colaboró intensamente en el proceso de la reforma agraria a través de SINAMOS (Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social). Impulsó entidades como CEDEP (Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación), que desde hace más de 40 años promueve la reflexión y el debate sobre los grandes problemas del Perú, de América latina y del mundo. En las últimas décadas, en su calidad de doctor en sociología, Béjar retornó al ámbito académico en la más importante universidad pública del Perú: San Marcos, en Lima.
Sus libros generalmente tienen la marca de los procesos vividos por el autor, de ahí el primero que es un análisis de la experiencia guerrillera escrito desde la cárcel. Después vienen, entre otros, Justicia social y Política social, Mito y utopía y Metas y mitos del milenio.
En 2015 publicó Retorno a la guerrilla, que él llama “testimonio novelado sobre el Perú de los sesenta”. Un retorno reflexivo, crítico pero también emotivo y de homenaje a los jóvenes caídos en la guerrilla peruana del Ejército de Liberación Nacional, del cual Béjar es uno de los pocos sobrevivientes.
Entre muchos de los aspectos destacables de este libro está la descripción que hace de los preparativos de la incursión guerrillera desde territorio boliviano, con la colaboración del Partido Comunista de Bolivia, entonces dirigido por Mario Monje, y la obvia tutela cubana. En efecto, el proyecto está sostenido y organizado por Cuba con una cuarentena de muchachos reclutados entre los becarios.
La presentación de los temas en formato novelístico genera un producto literario atractivo y legible. Pero tiene la desventaja de por momentos reflejar únicamente las visiones subjetivas del autor, omitiendo u oscureciendo aspectos esenciales. Tal ocurre, por ejemplo, con la posición del presidente Paz Estenssoro, ¿estaba al tanto del asunto?
¿Fueron los dirigentes del PCB, la embajada cubana en La Paz o San Román y sus servicios de inteligencia, cercanos a la CIA, los que le brindaron información al respecto? En el libro Béjar imagina, “algún día de 1962” a Mario Monje y Jorge Kolle en audiencia con Paz Estenssoro, como portadores de un regalo especial enviado para él por Fidel Castro, una reluciente pistola en una caja de terciopelo. Una respuesta del presidente boliviano ante la ayuda solicitada habría sido: la situación es complicada, estamos acorralados, si son hábiles yo no me entero, si fallan trataré de mirar a otro lado, manéjense con cuidado.
Entrevistado por su obligada renuncia como canciller, Héctor Béjar dijo que si no caía preso en 1966, lo más probable es que hubiera muerto en Bolivia con el Che, como lo hicieron otros tres peruanos miembros del ELN, muy cercanos correligionarios suyos (Chino, Eustaquio y Negro).
El proyecto que lideraba Béjar, superada la primera fase con la incursión fallida en Puerto Maldonado a fines de 1963, protagonizó un terrible repliegue por las selvas bolivianas, y terminó con casi todos sus miembros apresados, entre ellos el propio Béjar. Liberados muy pronto, fueron nuevamente acogidos en domicilios de militantes del PCB. Se reagruparon, pasaron a ser menos dependientes de los aparatos de inteligencia cubanos y organizaron bases de apoyo en zonas campesinas levantadas en la lucha por la tierra. Infiltrando armas, equipos y combatientes desde la vecina Bolivia, comenzaron la segunda etapa de lucha en 1965, una vez más con resultados adversos frente a una despiadada represión militar.
Faltó decir que si la guerrilla en Ayacucho se consolidaba, el Che hubiera desembarcado en el Perú y no en Bolivia. La historia pudo haber sido diferente, aunque quizás con resultados muy parecidos.
Carlos Soria Galvarro es periodista.