TVU: entre la frustración y la esperanza

Carlos Soria Galvarro

(Revista: Nueva Universidad UMSA. Año lll Nro. 5 -1991)

El desarrollo tecnológico de los medios de comunicación social, su capacidad de divulgación de mensajes y penetración con ellos en los climas de información y opinión sobrepasa la capacidad de la escuela institucional, reemplaza con ventaja el mensaje emitido en el aula, y puede contradecirlo, distorsionarlo o reforzarlo, según el tipo de política comunicacional que se adopte, respecto del uso de los medios para la educación”.
Raúl Rivadeneira Prada, Televisión y educación en Bolivia
(Rivadeneira Prada, 1989).

Los especialistas consideran que en América Latina los niños de las áreas urbanas y suburbanas pasan frente al aparato de televisión el doble de tiempo que le dedican a la escuela. Y en Bolivia no estamos lejos de ese cálculo. Paralelamente, el sistema de la educación pública formal, en particular el sector fiscal, presenta déficits abrumadores. Más de un millón de niños no va a la escuela; solamente tres de cada 100 estudiantes de ciclo básico llega al bachillerato; las tasas de analfabetismo continúan siendo alarmantes; los contenidos y la calidad de la educación dejan mucho que desear; las propias universidades viven situaciones críticas por la explosión de la matrícula, el hacinamiento y la frecuente disminución de los niveles académicos.

En tal panorama, parece indiscutible el rol educativo que puede jugar una estación televisiva no atada a la dependencia de la publicidad comercial, ni a los dictámenes políticos gubernamentales. La televisión estatal, por el predominante manejo sectario que tradicionalmente se ha hecho de ella, ni menos la televisión privada, por su apego al interés lucrativo, pueden cumplir satisfactoriamente ese rol en las condiciones actuales de nuestro país.

En este contexto se ubican los canales universitarios, surgidos a fines de la década de los años 70. La Televisión Universitaria tiene algunos méritos y logros significativos. Pero lamentablemente, es mayor la carga de frustraciones por las posibilidades no aprovechadas.

Por un año y tres meses estuve al frente del más joven pero a la vez quizá el más importante de los canales universitarios, Canal 13 tvu de La Paz. La experiencia que hice es rica y aleccio­nadora en muchos sentidos, intentaré aquí racionalizarla, en lo que creo útil al mejor desenvolvimiento de su misión. Para ello –que remedio cabe– tendré que hacer a un lado el efecto de innumerables tensiones traumáticas y despojarme de reacciones emotivas, por más explicables y legítimas que sean. La vivencia dejó su marca en lo personal y mucho tendría que decir al respecto, pero no cabe decirlo ahora y menos aquí.

El 13 de la mala suerte

Se considera como fecha de fundación de Canal 13 tvu el 24 de diciembre de 1980. El proyecto se había gestado en el marco de la recuperación de la autonomía universitaria desde 1978. Pero, infelizmente, culminó y comenzó a emitirse la señal bajo la dictadura de García Meza, con la universidad ocupada por los interventores. Podría decirse entonces que en La Paz la televisión universitaria nació con ese pecado original.

Con experiencias diversas y con puntos altos entre los años 1982-1984 funcionó ininterrumpidamente hasta 1986. A raíz de su actitud comprometida con la “Marcha por la vida” de los trabajadores mineros, el 28 de agosto de aquel año, unos enmascarados, con seguridad agentes del Ministerio del Interior, allanaron la planta transmisora ubicada en una caseta sin protección alguna en El Alto. Destruyeron un equipo de radio y el enlace de microonda y sustrajeron un modulador del transmisor. El mismo día y a la misma hora, era completado el “Cerco de Qalamarka” para frenar y luego dispersar a los mineros.

Vino luego la protesta airada por el atentado y las exigencias para la reparación de los daños. Nada se consiguió. Ni siquiera una investigación formal que permitiera esclarecer mínimamente los hechos.

Sin embargo, al poco tiempo, el equipo de radio averiado fue restablecido y se habilitó un enlace de microonda de repuesto. Faltaba adquirir el modulador del transmisor, sin el cual era imposible reiniciar las emisiones. ¿Cuál era el precio de la malhadada pieza electrónica? Pues, aunque usted no lo crea amigo lector, el tal modulador se podía comprar por apenas 1.500 dólares, como efectivamente se lo hizo tres años después.

¿Qué insondables razones determinaron que Canal 13 estuviera paralizado por espacio de tres años y tres meses, sólo por la falta de una pieza de un valor irrisorio, en relación a las cifras pre­supuestarias que maneja la umsa? No me corresponde responder a esta interrogante, aunque claro está, el lector podrá sacar sus conclusiones del análisis que haré más delante de los problemas de la gestión administrativa.

Digamos simplemente que durante todo el lapso de la paralización, el grueso del personal se mantuvo percibiendo sueldos, y que en 1987 la umsa inició los trámites para la adquisición de un transmisor nuevo de dos Kw de potencia.

Algunos se aburrieron y se fueron. A otros se los envió “en comisión” a diferentes reparticiones de la umsa. Los más se quedaron. Unos haciendo producción de video o labores de mantenimiento. Otros haciendo virtualmente nada. El sofocante clima instaurado bajo esas condiciones es de imaginar.

En cuanto al transmisor, adquirido durante la gestión del rector Capra a un costo de 120 mil dólares, los trámites terminaron con su desaduanización en noviembre de 1988, más o menos en coincidencia con la iniciación de un nuevo período del rector Pablo Ramos.

Pero ni siquiera esta inversión, verdaderamente colosal para el magro presupuesto universitario, determinó la reapertura inmediata. La única decisión adoptada en esa ocasión fue la del Honorable Consejo Universitario (hcu), que constituyó una comisión para… «estudiar la problemática y proponer alternativas”. Los resultados del trabajo de esta comisión fueron recién aprobados, ocho meses después por el Honorable Consejo Universitario, en julio de 1989. Descartando las alternativas de vender o alquilar los equipos, se acordó la reapertura bajo cierta pautas, la más importante de las cuales, era la del funcionamiento del canal con autonomía de gestión, como unidad descentralizada. Es nombrado el director titular –aquí entro yo en escena– y se designa un directorio paritario docente-estudiantil, representativo de la comunidad universitaria, presidido por el propio rector.

Con el viejo equipo transmisor de 1 Kw al que por fin se le compró el modular que le robaron, y que ha quedado como transmisor de reserva, se reiniciaron las emisiones el 29 de noviembre de 1989. Los accesorios y ajustes que requirió el nuevo transmisor, culminarían con su puesta en marcha definitiva, sólo en mayo de 1990.

De todas maneras, en la víspera de San Andrés comienza una nueva etapa, cuyas vicisitudes dan materia para el presente artículo.

La integración imprescindible

Como sucede con ciertos organismos internacionales, al interior de la universidad ocurre con demasiada frecuencia una contradicción flagrante entre la práctica y el discurso. Entre lo que se dice y lo que se hace.

Como era de esperar, la Universidad Boliviana, a poco de la aparición de los canales universitarios y cuando todavía el de La Paz (el último en crearse) no había entrado en funcionamiento, elaboró lo que bien podría llamarse una política comunicacional referida a la televisión. Desde 1979 hasta 1990, en cinco sucesivos eventos, se reiteraron esos principios generales y se intentó poner en pie un sistema integrado de televisión universitaria. Los resultados fueron francamente nulos. Entrado ya el Siglo xxi, no existe aún nada que se le parezca a un conjunto orgánico que evite la dispersión y coordine los esfuerzos y posibilidades en pos del objetivo común. A estas alturas, inclusive está en duda si los siete canales universitarios en funcionamiento (con el de Oruro que estaba paralizado, serían ocho) tienen realmente un objetivo común. Por la forma aislada y absolutamente desconectada en que actúan, pareciera que no. Aunque, claro, la duda es extensiva a las propias universidades, las que pese a reuniones innumerables, ríos de palabras y algunas toneladas de papel escrito, no consiguen todavía funcionar como sistema.

Por otra parte, muy poco o nada de los lineamientos aprobados es aplicado individualmente por cada uno de los canales universitarios. En muchos casos, tales formulaciones ni siquiera son conocidas por los que teóricamente debieran aplicarlas.

La primera reunión en La Paz, a octubre de 1979, a tiempo de percibir la importancia de que la Universidad Boliviana cuente con ocho canales de televisión, propuso teleclases o teleaulas y definió tres pilares para el trabajo de la Televisión Universitaria: 1) formar una conciencia colectiva sobre el carácter dependiente de nuestro país, así como sobre las relaciones sociales en las que se debate 2) informar, sin falsos “objetivismos” conducentes a la ausencia de posición y 3) entretener, sin inducir a la distorsión y a la evasión (Castellanos, septiembre de 1990).

La iii Reunión Nacional de Televisión Universitaria, otra vez en La Paz en septiembre de 1990 y que me tocó presidir como director de Canal 13, calificada por el ceub como el quinto intento de construir el sistema nacional, pese a todo lo dicho, quedó como uno más de los frustrados intentos. Ninguna de sus resoluciones ni recomendaciones está por lo menos en vías de aplicarse. Tampoco funciona el Centro Coordinador allí designado. Estamos seguros que intentos posteriores, a lo largo de los años 90, siguieron el mismo camino.

Saltan a la vista las ventajas que se derivarían de un funcionamiento integrado. Basta citar algunas de ellas: aplicación de políticas concertadas sin descartar las peculiaridades regionales; paulatina uniformización de normas técnicas con los ahorros consiguientes en mantenimiento y repuestos; adquisición colectiva de material de programación que permitiría mejor selección y menores costos; intercambio fluido de producción propia y de materiales adquiridos por la vía del intercambio con productores independientes, nacionales y extranjeros, con el consiguiente enriquecimiento de la programación; encaramiento de proyectos de co-producción bilateral o multilateral; y además, algo muy importante, posibilidad de concretar una red de emisión en horarios determinados, estableciendo enlace sea por el sistema de microonda o satélite (a comienzos de 1990 existía la posibilidad de hacerlo a través del espacio sub utilizado del satélite que empleaba Canal 7 por cuenta de entel).

Todo ello y mucho más podría realizarse si el Sistema Integrado de Televisión Universitaria, situ, empezara a caminar. ¿Por qué no lo hace, a pesar de tantos y sucesivos intentos? ¿Hay causas objetivas que lo impiden? Creemos sinceramente que no. Lo que falta es la voluntad, la decisión de ejecutar las políticas definidas y poner en práctica los acuerdos tomados, a veces con lujo de detalles concretos y hasta con cronogramas precisos.

La eficiencia no está reñida con el servicio público

Cuando en febrero de 1990, se discutía en el hcu de la umsa un proyecto de Reglamento para Canal 13, aparecieron en el edificio algunos anónimos afiches en los que se me acusaba de querer “privatizar” la estación televisiva de San Andrés.

El citado proyecto de reglamento, trabajosamente elaborado en el Directorio de Canal 13, aplicando las recomendaciones de la Comisión del hcu, pretendía introducir en el manejo del canal mínimos criterios de racionalidad administrativa. Proponía hacer de Canal 13 una unidad descentralizada, con autonomía de gestión, con capacidad de gobernarse a través de una instancia de co-gobierno docente estudiantil y ejecutivos cuyas responsabilidades quedaban claramente determinadas. En suma, planteaba marchar hacia la conformación de una empresa universitaria eficiente.

Por lo visto, los autores del afiche de marras al igual que coincidentemente los dirigentes del Sindicato de Trabajadores de la umsa, confundían deliberada e interesadamente los términos de la cuestión. A su modo de ver, la eficiencia era un repudiable atributo de la empresa privada y del no menos odioso Decreto Supremo 21060.

Y es que algunos niveles sindicales que viven todavía en el pasado se espantan al escuchar la palabra eficiencia. Y por supuesto, apelan a los recursos más torcidos, para oponerse a cualquier cosa que signifique racionalidad empresarial.

La empresa privada también habla de eficiencia, cuando frecuentemente no la practica, pues en Bolivia ha estado acostumbrada a succionar al Estado y lucrar a costa de él. Hay un uso demagógico de la palabra. En todo caso, tal “eficiencia” por lo general no se mide en obras de desarrollo, sino en dinero. Es eficiente aquel empresario que es capaz de obtener buenas ganancias, aunque sea por métodos inescrupulosos.

Pero es obvio que existe además otra lectura de la palabra eficiencia. Es aquella que tiene que ver con entidades de servicio público, con instituciones educativo-culturales, sin finalidades de lucro. Entre ellas los canales universitarios de televisión. Aquí la eficiencia se debería medir no en metálico, sino en producción televisiva de calidad, en programación adecuada, en el cumplimiento de los objetivos de servicio señalados en las reuniones, en fin, en todo aquello que permita a los canales universitarios ofrecer en la pantalla productos de calidad capaces de competir con la televisión privada y conquistar mayores espacios de audiencia.

Es lamentable pero hay que decirlo. En algunos niveles de nuestras universidades, la búsqueda de esta eficiencia, que sólo puede lograrse con trabajo tesonero y disciplinado, es poco menos que un delito que se sanciona drásticamente.

La discusión del proyecto de reglamento de Canal 13 en el hcu, tenía ese transfondo, aunque es probable que muchos de los consejeros, decanos de las facultades y dirigentes estudiantiles, no lo hayan percibido. Lo que estaba en debate era si una entidad universitaria descentralizada, una empresa universitaria, podía aplicar óptimos criterios gerenciales para su gestión administrativa, por supuesto, en el marco de la Autonomía Universitaria y del co-gobierno docente-estudiantil que no estaba en discusión.

Las amenazas sindicales terminaron por mutilar el proyecto original y el documento final aprobado avanza en la concepción de empresa universitaria, con autonomía de gestión, en lo que hace al manejo económico-financiero, pero retrocede en lo que tiene relación con el manejo de personal. El resulta­do de esta limitación reglamentaria, se hizo claramente perceptible en la práctica.

Ni más ni menos. Ninguno de los funcionarios que urgentemente requería Canal 13 para su arranque, que figuraban en las planillas con sus respectivos ítems, fue contrato en menos de seis meses de engorrosa tramitación a través de Departamento de Personal.

Pero no sólo eso. Ni el Directorio ni mucho menos el Director tenían, ni tienen hasta ahora, la capacidad de decidir en materia de personal. Es decir, no pueden contratar, remover, transferir, ni, por supuesto, despedir a nadie. La facultad de seleccionar personal idóneo, está completamente disminuida y casi diríamos anulada por el laberinto burocrático que hay que recorrer para contratar a una persona. Debe recordarse que el Directorio, órgano de co-gobierno designado por el hcu para el manejo del canal, está integrado por cinco docentes y cinco estudiantes, que representan a cuatro carreras (Comunicación, Educación, Electrónica y Telecomunicaciones) y a la ful y fudsidumsa, además del Director y el Rector, estos últimos sólo con derecho a voz. Y también­ recordar que el Director es designado por el Comité Ejecutivo del hcu, en base a una terna propuesta por el Rector.

A simple vista se constata la incoherencia. Instancias de la naturaleza descrita, están de hecho subordinadas en el manejo del personal, a la simple jefatura de una división administrativa. De ese modo, un medio de comunicación, urgido de dinamismo y rapidez en sus decisiones, queda inmovilizado dentro de una camisa de fuerza, dentro de un verdadero corsé de hierro, implacable, inflexible y absolutamente ineficiente. Una estación televisiva, que a todo instante necesita de agilidad y creatividad, como del aire para respirar, definitivamente no puede funcionar de esa manera. Y los resultados están a la vista. Una expresión irónica que circula en ambientes universitarios es que canal 13 es como Dios… todos saben que existe pero nadie lo ve.

Infelizmente, esta distorsión no debe considerarse un hecho aislado y casual. Tiene que ver con dos fenómenos que, a nuestro juicio, corroen las bases de la universidad pública y contribuyen a acentuar la ineficacia en muchos de sus niveles.

El uno es el de la paulatina y virtual desaparición de la autoridad individual, la que termina disuelta en un mar viscoso de comisiones y comités que por lo general no resuelven nada o demoran increíblemente la adopción de cualquier decisión en busca de complicidades previas. Uno llega a preguntarse si son figuras decorativas las autoridades, elegidas democráticamente por el voto docente estudiantil, o designadas para el ejercicio de determinadas funciones por los mecanismos del co-gobierno.

Es algo inverosímil y paradójico que una casa de estudios superiores, donde entre otras disciplinas se enseña la ciencia de la administración, haya degradado hasta tal punto la labor de sus autoridades, impidiéndoles tomar decisiones, función inherente a su propia condición de tales. Y todo ello a nombre de un demo­cratismo a ultranza que, en el fondo, no es más que un cómodo disfraz de la mediocridad, de los acuerdos cupulares de camarilla o del manoseo politiquero de las fracciones.

El otro fenómeno negativo es una suerte de corrupción funcionaria al amparo de la “carrera administrativa”. Empleados que se creen intocables e inamovibles y con derecho a “ascender”, por el único mérito de haber sobrevivido en sus puestos por un cierto número de años. Y no precisamente por ser eficientes en su trabajo, sino más bien por haber tenido el don de la ubicuidad, por haberse acomodado a las situaciones, por no haberse hecho de “mala sangre”, ni “hacer olas”. En otras palabras, por haber elegido y practicado la línea del menor esfuerzo.

Las direcciones sindicales en una mal entendida “defensa de los intereses de los trabajadores”, protegen y fomentan esta corrupción; son parte de ella, porque aumentan su poder en la medida que imponen a las autoridades sus puntos de vista, con frecuencia a través de presiones y chantajes.

Estos dos problemas afectan a la universidad en su conjunto. Pero, por comprensibles razones son doblemente perniciosos en un medio de comunicación como tvu.

Haciendo alusión a esa mentalidad funcionaria que considera a Canal 13 “una más” de las reparticiones administrativas de la umsa, Esperanza Pinto, que hizo su tesis de grado en la Universidad Católica sobre esa temática y además conoció por dentro tvu, porque trabajó allí, se preguntaba asombrada: “¿Cómo es posible que un personal, en su mayoría tan ajeno a los intereses y no identificado con los fines y objetivos de la umsa, pueda trabajar en un medio de comunicación, nada menos que de la llamada primera institución de formación académica del país?”. La explicación por la que ella misma se inclina, alude a causas históricas: “la tenebrosa estela que dejó la intervención banzerista… y sobre todo garciamecista que daba los últimos coletazos pero que aún hace temblar los muros del Canal” (Pinto Sardón, 1989). Y lo pudimos comprobar cuando las direcciones sindicales defendieron a rajatabla a un ex interventor de las radios mineras de épocas dictatoriales, que intenté ni siquiera despedir, sino transferir a otra sección donde sus servicios puedan ser de alguna utilidad, puesto que en el canal no lo eran para nada.

Es posible una tv alternativa

Con la frase de este subtítulo pero puesta con interrogantes, impulsé desde Canal 13 un seminario en septiembre de 1989, un mes y medio antes del día fijado para la reapertura. Las ponencias y comentarios de conocidas personalidades, así como los debates de más de un centenar de participantes inscritos (recogidos en un libro con el mismo título) permitieron convertir la interrogante en una afirmación. Sí, es posible una tv distinta a la que nos ofrecen tanto el canal estatal como los canales comerciales.

Pese a las experiencias azarosas de la gestión que me cupo desarrollar, mantengo firmemente esa convicción. Claro que es posible. Pero no es nada fácil.

Puntualizando los factores que permiten sostener este criterio, diríamos en primer lugar que hace falta quizá, como pre requisitos, buscar la integración con los otros canales universitarios y, en segundo término, encaminar una gestión gerencial, autónoma, eficiente, responsable, sujeta a los controles y a la fiscalización (que no es lo mismo que entrabamiento) de la comunidad universitaria en general y del co-gobierno docente estudiantil. A ambos aspectos nos hemos referido líneas arriba.

Un tercer elemento clave es la adecuada relación entre el canal y la universidad, aspecto fundamental que hace a la esencia misma de una estación televisiva universitaria. La universidad es, potencialmente, un inagotable venero de información, ciencia, cultura y creatividad que se puede volcar en la pantalla, que hay que traducir al lenguaje televisivo.

Se podría decir, con palabras de los economistas, que un canal universitario posee inmensas “ventajas comparativas”, con relación a otros medios. Tiene tras de sí a un contingente de instancias y personas que ningún canal privado posee, las mismas que, fluidamente conectadas y concibiendo a tvu como algo propio, pueden entregar aportes inmensos para el trabajo y en base a toda clase de requerimientos.

El citar algunos pocos ejemplo, aunque incompletos y modes­tí­simos, no hace sino ratificar estas “ventajas comparativas”.

  • Más de quinientos estudiantes participan recogiendo datos de las elecciones municipales.
  • El curso de estadística de la Carrera de Comunicación, como práctica curricular, y bajo la dirección de dos docentes efectúa una encuesta sobre la reapertura del canal.
  • Arquitectura ayuda a producir documentales sobre la vivienda chipaya y sobre los parques infantiles de La Paz.
  • Medicina hace lo propio sobre las técnicas de conservación de cadáveres y prepara una serie sobre las enfermedades del corazón.
  • El Instituto de Ecología, dependiente de la Carrera de Biología, aporta la investigación y el esfuerzo material para un documental sobre la vicuña.
  • Hidráulica con sus propios equipos de video, co-produce documentales sobre obras de regadío en el altiplano.
  • El posgrado en Ciencias del Desarrollo, prepara un panel sobre el futuro del litio.
  • Ingeniería organiza la Olimpiada Matemática.
  • Con la supervisión de la Carrera de Literatura se inicia una serie de videos inspirados en el cuento boliviano.
  • Las 53 carreras de la umsa, una tras otra, participan en un programa de orientación vocacional.
  • Estudiantes de Comunicación, de Ingeniería Electrónica y de Telecomunicaciones de la Facultad Técnica, realizan pasantías aprendiendo y a la vez aportando su trabajo.
  • Del pago de la matrícula universitaria de 1990 se destina un boliviano por cada estudiante para reforzar las finanzas del canal, en la línea de los trabajadores mineros que sostuvieron con recursos propios sus emisoras de radio, en el más conocido ejemplo de comunicación alternativa.

… Y así de seguido. Las citas podrían multiplicarse, aunque todo eso es un pálido reflejo de lo que puede hacerse y todavía no se hace.

Son ventajas que no las tiene nadie y que, de alguna manera, compensan las inevitables desventajas que también supone, especialmente por la molicie burocrática, ser un canal universitario.

Un cuarto aspecto a señalar, y no menos importante que los otros, es la producción propia. Por más meticulosa selección que se haga del material “enlatado” (y esto por lo general no se puede hacer por la carencia de recursos financieros) un canal que quiera ser alternativo debe tener producción propia en videos y programas en vivo. Y esto también es posible hacer, como lo demuestran algunos datos de mi corta gestión: los catálogos de video elaborados y la permanencia de programas como “La negra con puntillo”, “Tiempo de compartir”, “Recreo”, “Onda Deportiva”, “Temario”, “Kurmy”, la transmisión de la Entrada Folklórica y otros.

Un quinto punto para destacar es el del relacionamiento por así llamarlo, extra universitario. Coproducción con creadores y grupos independientes (pese a los recelos y las suspicacias y hasta sabotajes de algunos funcionarios), en esto se destaca precisamente “La negra con puntillo”; coproducción con organizaciones no gubernamentales y con reparticiones del Estado (ejemplos de ambos son la participación en la marcha de las etnias por el “Territorio y la Dignidad”, patrocinada por Derechos Humanos y la coproducción del video “Warisata, la Escuela Ayllu”, con el Ministerio de Educación). La emisión de programas como “Qhana informa”, “Warmin Arupa”, “Kollasuyo Marka” y otros se hizo posible también por esta vía.

Intercambio de material con instituciones y productores latinoamericanos, entre los que sobresale el material de los 500 años de la Conferencia Episcopal de América Latina, las películas de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, la serie “Por los caminos de nuestra América” del Convenio “Andrés Bello” y la muestra de video científico-tecnológico que ayuda a descubrir una nueva faceta educativa del audiovisual (en total, cientos de horas de programación, por lo general conseguidas a bajo costo o gratuitamente).

Es este bagaje el que permitió algunos momentos sobresalientes con programación latinoamericana y nacional. Esta última, en algunos momentos de la gestión a mi cargo, llegó a sobrepasar el 40% del total de programación, superando a todos los demás canales de La Paz y probablemente del país.

Habría que señalar, por último, el concepto de que una entidad educativo-cultural como tvu, no tiene por qué regalar sus servicios como si fuera una oficina de beneficencia. Campesinos de la zona del lago Titicaca, estudiantes de colegios de barrios marginales de La Paz, entre otros, pagaron por las exhibiciones de video que Canal 13 les proporcionó. Del mismo modo lo hi­cieron­ carreras, facultades e institutos, así como universitarios y docentes, por cualquier servicio que solicitaban. Se introdujo la práctica obligatoria de la facturación por todo servicio realizado.

Asimismo, se comenzó a captar alguna publicidad, pese a lo difícil que esto resulta por la tremenda competencia con los canales privados. En esta materia, la propia Comisión del hcu, sugirió contratar publicidad limitadamente, con criterios selectivos y “sin cortar programas”. Obviamente, sin depender de la publicidad, la televisión universitaria puede obtener recursos por este rubro, para sufragar una parte de sus costos. Hay un avisaje ins­titucional no despreciable de entidades públicas y privadas; es posible promover publicidad barata para sectores artesanales y de la pequeña y mediana industria. Y también, en la medida de los mayores índices de audiencia, es posible acceder a la gran publicidad, con los recaudos del caso.

La falta de recursos, eterno pretexto para hacer poco o nada, puede y debe ser encarada con iniciativa y creatividad.

Como se dijo en un informe de labores, que inopinadamente resultó el último de mi gestión, “se ha hecho mucho, en poco tiempo y no obstante trabas y escollos permanentes e inimaginables” (Soria Galvarro, 1990). El legítimo orgullo por todo ello, no impide ver que también existieron falencias y puntos bajos. Las deficiencias del trabajo noticioso. Los eternos, grandes y menudos problemas técnicos. La calidad de la producción no siempre óptima. La ausencia de una significativa participación popular en el hecho televisivo. Y en fin, muchas otras fallas que pudo haber señalado con razón una crítica atenta.

Todo lo que se hizo y fundamentalmente lo que se puede y debe hacer, podrían revelar su potencialidad, a condición de echar a andar y ven­cer su racha de mala suerte, incluida la persistencia de directores abúlicos y autoridades universitarias sin visión.

Aunque la realidad pareciera desmentirlo, la posibilidad existe. Teóricamente en Bolivia se puede hacer televisión alternativa y quien mejor puede hacerlo –quizá la única– es la Televisión Universitaria. Una práctica distinta a la que predomina actualmente terminaría por convencer a los más escépticos

Pedro Susz lo dijo en el seminario de septiembre de 1989: “Si bien el carácter cultural-educativo de Canal 13 debe prevalecer, es imposible, y sería suicida, perder de vista que en tanto medio de comunicación social, inserto en una realidad específica, existen ciertos elementos de esa realidad que no pueden ignorarse. Muchas veces lo “alternativo”, justamente por no encarar ese trabajo en términos de rentabilidad –esto es de mercado–, acaba naufragando en el falso lirismo que es apenas un sinónimo de esterilidad» (TVU canal 13 & CEDOIN, 1990).

Bibliografía

Castellanos, J. (septiembre de 1990). Introducción. III Reunión nacional de televisión universitaria. La Paz: Ed. poligrafiada del CEUB.

Pinto Sardón, E. (1989). Incidencia de la actitud docente y el nivel de relación en el empleo de la Televisión Universitaria. La Paz: Tesis de Grado de la UCB.

Rivadeneira Prada, R. (1989). Televisión y Educación en Bolivia. La Paz: CENDES.

Soria Galvarro, C. (14 de noviembre de 1990). Carta-Informe. (mimeo).

TVU canal 13, & CEDOIN. (1990). ¿Es posible la tv Alternativa? La Paz.